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Ya vemos que te gusta variar, Ángela, en el aspecto vacional, no ir siempre al mismo sitio ¿cuál es esa pequeña parte de España que no conoces? Yo he conocido muchas ciudades y pueblos también, pero aún me quedan sin conocer otro gran número de ellos, entre los que destacaría como preferentes a visitar: Cuenca, Santander, Bilbao, Valladolid, Pamplona, Zaragoza y Cádiz. Aunque soy consciente que aparte de las grandes ciudades, existen pueblos y paisajes encantadores, dignos de visitarse y, en algunos casos, poco conocidos y divulgados.
De las ciudades costeras tengo gratos recuerdos, Valencia, Barcelona, Castellón, Málaga, Huelva, La Coruña e Ibiza, así como de otras ciudades interiores como Sevilla, Granada, Toledo, Cáceres, Córdoba, Ávila, Segovia... ¡ah! y Salamanca. Conocí a Salamanca en un viaje escolar, cuando estaba interno en un colegio de Madrid, con catorce años de edad, fue como visitar otro mundo, una ciudad bulliciosa y muy monumental al mismo tiempo, el color dorado de la piedra de los conventos, las iglesias y la universidad, la casa de las Conchas y la gran plaza, cuyos portales paseamos por la tarde antes de volver a Madrid. Y qué decir de los pueblos, esos pueblos del Maestrazgo, Morella y Mirambel, o Albarracín, Maderuelo, Zafra y tantos otros más de los cuales nos marchamos con deseos de volver de nuevo.
Aunque por aquí tampoco andamos mancos de pueblos lustrosos, con atractivo para el curioso viajero, Villanueva de los Infantes, a 25 kilómetros de La Solana, es un buen ejemplo.
De las ciudades costeras tengo gratos recuerdos, Valencia, Barcelona, Castellón, Málaga, Huelva, La Coruña e Ibiza, así como de otras ciudades interiores como Sevilla, Granada, Toledo, Cáceres, Córdoba, Ávila, Segovia... ¡ah! y Salamanca. Conocí a Salamanca en un viaje escolar, cuando estaba interno en un colegio de Madrid, con catorce años de edad, fue como visitar otro mundo, una ciudad bulliciosa y muy monumental al mismo tiempo, el color dorado de la piedra de los conventos, las iglesias y la universidad, la casa de las Conchas y la gran plaza, cuyos portales paseamos por la tarde antes de volver a Madrid. Y qué decir de los pueblos, esos pueblos del Maestrazgo, Morella y Mirambel, o Albarracín, Maderuelo, Zafra y tantos otros más de los cuales nos marchamos con deseos de volver de nuevo.
Aunque por aquí tampoco andamos mancos de pueblos lustrosos, con atractivo para el curioso viajero, Villanueva de los Infantes, a 25 kilómetros de La Solana, es un buen ejemplo.