¡Saludos, Norma, Octavio! y demás participantes u observadores de este foro solanero.
Es interesante lo que cuentas, Norma, sobre esos retiros espirituales en los que se pretende acercarse a las vidas de los santos. No sé si alguien podrá enviarte esos hábitos franciscanos, pienso que quizás te confundiste con el título de la fotografía que acompaña estas letras mías; afirma dicho título que se trata "del arco del convento de los padres franciscanos", algo totalmente falso. Una prueba más, como la del escudo municipal, del poco cuidado e interés que existe sobre la historia local; ya que dicho convento no era de franciscanos sino de trinitarios descalzos.
Existió, sin embargo, presencia franciscana en la provincia de Ciudad Real, que creo se mantiene en su rama femenina. Villanueva de los Infantes, pueblo situado a 25 kilómetros de La Solana y sede de la Gobernación del Campo de Montiel durante la edad Moderna, acogió una fundación franciscana ya en el siglo XVI. Tras el proceso desamortizador del siglo XIX y la supresión de las órdenes religiosas, los conventos de religiosos quedaron vacíos, desapareciendo algunos; posteriormente volvieron a ser ocupados de nuevo muchos de ellos por frailes y monjas, en algunos casos pertenecientes a órdenes distintas de las que los fundaron. El convento trinitario de La Solana no volvió a ser habitado por frailes de ninguna orden, sí el de Valdepeñas y de Alcázar de San Juan por religiosos de la Santísima Trinidad, la orden que fundara San Juan de Mata en el siglo XIII.
Pero un hábito franciscano se puede comprar... recuerdo que en Madrid, cerca de la plaza Mayor, existía una tienda dedicada exclusivamente a hábitos de órdenes religiosas, no sé si seguirá existiendo. Sí existen en La Solana, guardados en los armarios y baúles de las casas devotas, hábitos de cofrades de Semana Santa, ninguno, creo, del color marrón franciscano y de tejidos livianos, para llevar encima de la ropa de vestir en las procesiones.
Un buen amigo, al que hace años no veo sintió la llamada franciscana, realizó el noviciado pero no se decidió a integrarse en la orden, no porque viera trabas, defectos o aspectos de los que disentía, sino porque su vocación era débil, su camino, su vida, sintió, debía desarrollarse en el mundo laico. Algunas veces me contaba sus experiencias de noviciado, esa comunión franciscana con la naturaleza, la pobreza y abandono de lo superfluo, la búsqueda de la pureza y la fraternidad universal.
Buen vino, Octavio, el de las bodegas Chivite de Navarra, vino famoso desde hace años, pero hay que probar los vinos nuevos de la provincia de Ciudad Real, sorprendentes en diversas variedades, airén, syrah, chadornay, macabeo, cabernet sauvignon, cencibel, etc.
En mi estancia en la montaña no faltó el vino, ribeiro, tempranillo y dando cuerpo a la sangría veraniega. ¡Qué bien sabe el vino en las bodegas! o recién sacado de las cubas dormidas en las cuevas. Lo bebí en una cueva solanera, de una casa antigua, sentado en un taburete alrededor de una mesa de madera, con buena y alegre compañía, acompañado de queso, aceitunas y berengenas aliñadas; junto a la entrada a la cueva alguien había colocado un cartel que, más o menos, decía:
"Hoy, que los campos y los cuerpos están abrasados por el fuerte sol del estío, descendamos al fondo de la cueva, abracemos el fresco vientre de la cuba, y bebamos el dulce néctar de la vid que saber mejor compartido".
Es interesante lo que cuentas, Norma, sobre esos retiros espirituales en los que se pretende acercarse a las vidas de los santos. No sé si alguien podrá enviarte esos hábitos franciscanos, pienso que quizás te confundiste con el título de la fotografía que acompaña estas letras mías; afirma dicho título que se trata "del arco del convento de los padres franciscanos", algo totalmente falso. Una prueba más, como la del escudo municipal, del poco cuidado e interés que existe sobre la historia local; ya que dicho convento no era de franciscanos sino de trinitarios descalzos.
Existió, sin embargo, presencia franciscana en la provincia de Ciudad Real, que creo se mantiene en su rama femenina. Villanueva de los Infantes, pueblo situado a 25 kilómetros de La Solana y sede de la Gobernación del Campo de Montiel durante la edad Moderna, acogió una fundación franciscana ya en el siglo XVI. Tras el proceso desamortizador del siglo XIX y la supresión de las órdenes religiosas, los conventos de religiosos quedaron vacíos, desapareciendo algunos; posteriormente volvieron a ser ocupados de nuevo muchos de ellos por frailes y monjas, en algunos casos pertenecientes a órdenes distintas de las que los fundaron. El convento trinitario de La Solana no volvió a ser habitado por frailes de ninguna orden, sí el de Valdepeñas y de Alcázar de San Juan por religiosos de la Santísima Trinidad, la orden que fundara San Juan de Mata en el siglo XIII.
Pero un hábito franciscano se puede comprar... recuerdo que en Madrid, cerca de la plaza Mayor, existía una tienda dedicada exclusivamente a hábitos de órdenes religiosas, no sé si seguirá existiendo. Sí existen en La Solana, guardados en los armarios y baúles de las casas devotas, hábitos de cofrades de Semana Santa, ninguno, creo, del color marrón franciscano y de tejidos livianos, para llevar encima de la ropa de vestir en las procesiones.
Un buen amigo, al que hace años no veo sintió la llamada franciscana, realizó el noviciado pero no se decidió a integrarse en la orden, no porque viera trabas, defectos o aspectos de los que disentía, sino porque su vocación era débil, su camino, su vida, sintió, debía desarrollarse en el mundo laico. Algunas veces me contaba sus experiencias de noviciado, esa comunión franciscana con la naturaleza, la pobreza y abandono de lo superfluo, la búsqueda de la pureza y la fraternidad universal.
Buen vino, Octavio, el de las bodegas Chivite de Navarra, vino famoso desde hace años, pero hay que probar los vinos nuevos de la provincia de Ciudad Real, sorprendentes en diversas variedades, airén, syrah, chadornay, macabeo, cabernet sauvignon, cencibel, etc.
En mi estancia en la montaña no faltó el vino, ribeiro, tempranillo y dando cuerpo a la sangría veraniega. ¡Qué bien sabe el vino en las bodegas! o recién sacado de las cubas dormidas en las cuevas. Lo bebí en una cueva solanera, de una casa antigua, sentado en un taburete alrededor de una mesa de madera, con buena y alegre compañía, acompañado de queso, aceitunas y berengenas aliñadas; junto a la entrada a la cueva alguien había colocado un cartel que, más o menos, decía:
"Hoy, que los campos y los cuerpos están abrasados por el fuerte sol del estío, descendamos al fondo de la cueva, abracemos el fresco vientre de la cuba, y bebamos el dulce néctar de la vid que saber mejor compartido".