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LA SOLANA: ¡Saludos, Isa! Con estos días tan buenos que hacen...

¡Saludos, Isa! Con estos días tan buenos que hacen me gustaría estar como tú en Valencia, para pasear por la playa y hasta bañarme en el mar. La vendimia se acabó, algunas cuadrillas celebran meriendas de despedida en casa del agricultor que los contrató, yo asistí a dos en los tiempos en que vendimié; se preparan calderetas de cordero, se bebe y pasa un rato agradable.
La vendimia procura en el pueblo, unos alimentos difíciles de encontrar en las grandes ciudades, alimentos tradicionales elaborados a partir del mosto de las uvas. Son el mostillo y el arrope, seguramente tus abuelos te hablaron de ellos en alguna ocasión; para prepararlos hay que ir a las bodegas a comprar el mosto que cae de las prensas, sin resistirnos a echar un trago de ese zumo tan dulce y gustoso. Después, si queremos hacer arrope, debemos hervirlo con una muñeca o bola de trapo llena de granos de anís, o matalahúva que es lo mismo, hasta que quede reducido a una tercera parte de su volumen original. Antes de terminar su cocción, se le solía añadir trozos de calabaza o membrillo cocido, que luego se sacaban y se comían aparte, con el nuevo sabor del arrope ya incorporado. También, en el momento, del primer hervor del arrope se añade un poco de canela. El arrope así, recién hecho, o consumido en los días siguientes, era un plato delicioso para postre o merienda, en el que se mojaban sopas de pan.
El mostillo se hervía igualmente pero añadiéndole harina, para que se espesase y posteriormente solidificase, como el dulce de membrillo, habiendo que reducir el volumen sólamente a la mitad del mosto original; la proporción de harina en estos momentos no la recuerdo.
Antiguamente, se hacían en calderos sobre las lumbres, removiendo continuamente, en el caso del mostillo, hasta que llegaba a su punto, siendo momentos de regocijo para los niños que asistían a su preparación, como ocurría igualmente con el dulce de membrillo, y a los que se permitía que apurasen y limpiasen con cucharas, dedos y golosas bocas, los dulces y calientes restos adheridos a calderos, palas y cucharones.
El mostillo, como el dulce de membrillo tenía la virtud de conservarse, y así poder consumirse semanas después, guardado en alacenas o aparadores.

Como dije anteriormente, Isa, tu padre vería cambiado el pueblo después de treinta años sin venir, no sólo creció hacia el sur y este, sino también hacia el norte y oeste. Curiosamente, yo he estudiado algo de su urbanismo histórico, hacia el este el pueblo estuvo quieto en su crecimiento durante mucho tiempo, siglos, limitado por la actual calle del Pozo de la Ermita; sí, en cambio, crecía por el sureste, calle Alhambra, Pilas, Garridas y Hondillo, y algo menos, pero también, por el noreste, pues en el año 1.751 las casas llegaban ya al rasillo de Santa Quiteria.
Sin duda tus abuelos oyeron hablar del "Juego de los bolos" o, ¿quién sabe?, quizás fueran de otro barrio distinto al de Santa Quiteria, y no recordaran nada al respecto. Antes de que existiera el fútbol y otros modernos juegos y deportes, entre los juegos tradicionales de los pueblos se contaba el de los bolos; no muy alejado de la vieja ermita de Santa Quiteria, hoy restaurada y con aspecto muy diferente del que tu padre recuerde de ella, se encuentra una calle que se une a otra principal con un llamativo desnivel, resuelto mediante un tramo de empinados escalones. Una amable vecina del barrio me contó una vez que ese sitio, se llamaba "el juego de los bolos"; costumbres olvidadas que nos evocan los nombres vivos en la memoria de las gentes.
Aunque otras costumbres de juegos antiguos, como el de la tángana, sigue practicándose mediante una liga local, organizada por el Patronato Municipal de Deportes.