Marce, menudas peleas nos echábamos de pequeños con los peos de lobo. Aquello era terrible y gracioso. Detrás del cine, había siempre muchos peos de lobo. Los hongos asados los ponían en el casino y en las tabernas como tapa. Estaban riquísimos.
Apolonio, cuando paso por el entorno de
mina Diógenes, rodeado de vallas, añoro una época en la que descubríamos aquellos inmensos rodales de
hongos, los "peos de lobo", las cagarrias, los berros recogidos al lado de los arroyos, las fogatas sobre una mullida alfombra verde... Aunque fuera todo oscuro, duro y grisáceo, en mi recuerdo aparecen multitud de brillantes
colores.