Para todos los DIOGENEROS
El minero
A fosfato huelen manos,
magro cuerpo del trabajo.
A bocamina fueron todos,
minadores en la orilla,
y un deslave de acogida
les vio adentro de la mina.
De trescientos, sólo uno,
el más callado y sólo uno,
fue sacado en un costado,
moribundo y desahuciado.
De trescientos, sólo uno;
De trescientos compañeros;
De trescientos picaderos;
De trescientos jornaleros.
Sólo uno, el más callado,
sólo uno fue testigo.
A fosfato huelen manos,
a fosfato compañeros,
de trescientos quedó uno,
los demás ya se perdieron
en el fondo del abismo.
De trescientos, sólo uno;
De trescientos compañeros;
De trescientos picaderos;
De trescientos jornaleros.
En la silla y ya quebrado
fue invitado al velatorio
y al entrar a ese santuario
y sentir a su patrono,
con la rabia y el coraje
y los puños en el alma,
se limpió del rostro el llanto
y mordiendo hulla y piedra
fue a clavarle la mirada,
y al mirarlo cayó muerto
en absoluto desconsuelo.
De Salvador Pliego
El minero
A fosfato huelen manos,
magro cuerpo del trabajo.
A bocamina fueron todos,
minadores en la orilla,
y un deslave de acogida
les vio adentro de la mina.
De trescientos, sólo uno,
el más callado y sólo uno,
fue sacado en un costado,
moribundo y desahuciado.
De trescientos, sólo uno;
De trescientos compañeros;
De trescientos picaderos;
De trescientos jornaleros.
Sólo uno, el más callado,
sólo uno fue testigo.
A fosfato huelen manos,
a fosfato compañeros,
de trescientos quedó uno,
los demás ya se perdieron
en el fondo del abismo.
De trescientos, sólo uno;
De trescientos compañeros;
De trescientos picaderos;
De trescientos jornaleros.
En la silla y ya quebrado
fue invitado al velatorio
y al entrar a ese santuario
y sentir a su patrono,
con la rabia y el coraje
y los puños en el alma,
se limpió del rostro el llanto
y mordiendo hulla y piedra
fue a clavarle la mirada,
y al mirarlo cayó muerto
en absoluto desconsuelo.
De Salvador Pliego