PEQUEÑAS GRANDES COSAS
El vaivén de esta mecedora de mimbre junto a este día triste, han hecho que, a bote pronto, los recuerdos "se me amontonen como abejas en el panal".
Recuerdo aquellos sábados en los que mi padre nos llevaba a la mina. Su sonrisa mientras caminaba, detenía el tiempo y lo hacía todo más intenso, más eterno. Yo le decía: - " ¿Y podré tocar la sirena?". Y él me contestaba: -"Hoy no, otro día".
Nos ibamos de buena mañana, tan contentos y despreocupados, dueños de la carretera. Atrás quedaba nuestro perro con el rabo mohíno, triste por no poder acompañarnos, quizá sabiendo que se perdería poder perseguir y azuzar a los pájaros.
"El sol del día es redondo como un balón" -decía mi hermana- y sus ocurrencias me hacían sonreir.
Nuestro padre nos llevaba a las duchas de la mina (no sé si clandestinamente). Para nosotros era una fiesta, no se podía comparar aquello con los baños compartidos en un barreño de zinc. El olor era fuerte pero nos daba igual, yo pensaba que olía así porque allí se duchaba mi papá y utilizaba aquel horrible champú (Bioselenium) que Don Francisco le recetó para la caspa, sin saber que ese olor era mezcla de hollín, pringue y humedad.
Era un verdadero espectáculo mirar y sentir el agua calentita y a presión. Aquello era un lujo, lo mejor que nos podía pasar un sábado por la mañana.
P. D. Sé que todos tenemos un tesoro, ese tesoro es nuestra humilde memoria, donde están todos y cada uno de nuestros afectos y cada uno de los instantes que un día allí vivimos. No sé si por mucho o poco tiempo, lo que sé es que aquello fué un regalo.
El vaivén de esta mecedora de mimbre junto a este día triste, han hecho que, a bote pronto, los recuerdos "se me amontonen como abejas en el panal".
Recuerdo aquellos sábados en los que mi padre nos llevaba a la mina. Su sonrisa mientras caminaba, detenía el tiempo y lo hacía todo más intenso, más eterno. Yo le decía: - " ¿Y podré tocar la sirena?". Y él me contestaba: -"Hoy no, otro día".
Nos ibamos de buena mañana, tan contentos y despreocupados, dueños de la carretera. Atrás quedaba nuestro perro con el rabo mohíno, triste por no poder acompañarnos, quizá sabiendo que se perdería poder perseguir y azuzar a los pájaros.
"El sol del día es redondo como un balón" -decía mi hermana- y sus ocurrencias me hacían sonreir.
Nuestro padre nos llevaba a las duchas de la mina (no sé si clandestinamente). Para nosotros era una fiesta, no se podía comparar aquello con los baños compartidos en un barreño de zinc. El olor era fuerte pero nos daba igual, yo pensaba que olía así porque allí se duchaba mi papá y utilizaba aquel horrible champú (Bioselenium) que Don Francisco le recetó para la caspa, sin saber que ese olor era mezcla de hollín, pringue y humedad.
Era un verdadero espectáculo mirar y sentir el agua calentita y a presión. Aquello era un lujo, lo mejor que nos podía pasar un sábado por la mañana.
P. D. Sé que todos tenemos un tesoro, ese tesoro es nuestra humilde memoria, donde están todos y cada uno de nuestros afectos y cada uno de los instantes que un día allí vivimos. No sé si por mucho o poco tiempo, lo que sé es que aquello fué un regalo.
Hola Rafa, me alegra encontrarte; supongo que tanto Alicia como los niños, Aurora y Álvaro, se encuentran bien.
Tu relato tiene la espontaneidad, alegría y sencillez de aquellos otros que dejaste anteriormente. Buena memoria.
Creo recordar que fue Borges el que dijo "Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos" y sobre la memoria tiene un poema que creo te puede gustar:
Sobre la memoria (Poema de Borges)
Las cosas
El bastón, las monedas, el llavero,
La dócil cerradura, las tardías
Notas que no leerán los pocos días
Que me quedan, los naipes y el tablero,
Un libro y en sus páginas la ajada
Violeta, monumento de una tarde
Sin duda inolvidable y ya olvidada,
El rojo espejo occidental en que arde
Una ilusoria aurora ¡Cuántas cosas,
Limas, umbrales, atlas, copas, clavos,
Nos sirven como tácitos esclavos,
Ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
No sabrán nunca que nos hemos ido.
Un abrazo
Tu relato tiene la espontaneidad, alegría y sencillez de aquellos otros que dejaste anteriormente. Buena memoria.
Creo recordar que fue Borges el que dijo "Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos" y sobre la memoria tiene un poema que creo te puede gustar:
Sobre la memoria (Poema de Borges)
Las cosas
El bastón, las monedas, el llavero,
La dócil cerradura, las tardías
Notas que no leerán los pocos días
Que me quedan, los naipes y el tablero,
Un libro y en sus páginas la ajada
Violeta, monumento de una tarde
Sin duda inolvidable y ya olvidada,
El rojo espejo occidental en que arde
Una ilusoria aurora ¡Cuántas cosas,
Limas, umbrales, atlas, copas, clavos,
Nos sirven como tácitos esclavos,
Ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
No sabrán nunca que nos hemos ido.
Un abrazo