Después de leer los mensajes de Rafa, hijo de Rafalillo y Aurora, y de Juan Ramón Maroto, debo decir que me he emocionado profundamente y he sentido el poder mágico y simbólico del fuego iluminando las noches frías de mi infancia, como también he sentido, al mismo tiempo, en una calidoscópica sinestesia, el frescor portentoso del agua de un botijo suavizando la sequedad de mi garganta en una amarilla tarde de verano. Qué poderosa es la luz de la nostalgia que nos hace tocar olores y sabores ya perdidos de una manera intensa y agradable. Me siento feliz de poder compartir sensaciones con amigos de este foro que me hacen sentir lo que ellos un día sintieron cuando niños. Ah, también me han gustado las palabras de Apolonio, en el mismo sentido, tan rebosantes de ternura y calidez poética como las de sus amigos Rafa y Juanra. Gracias, queridos amigos, por transmitir tan excelentes vibraciones espirituales, o sentimentales, a los demás. En el recuerdo se hallan muchas veces, aplastados y ocultos como ateridos pajarillos, los más delicados instantes de nuestra vida, y vosotros, amigos, habéis sabido despertarlos y echarlos a volar con una música muy tierna, la verdadera música del alma que todo aquello que toca lo enternece. Ah, por otro lado, también me alegra saber que sigue la mejoría de Obdulio, el padre de mi amigo Benito, el Mago de Tiñosas. Me alegro sinceramente, Benito, de su mejoría. También deseo una pronta recuperación para el padre de mi amigo Rafuki. Recibid todos, amigos diogeneros, un profundo y sentido abrazo de vuestro buen amigo, Alejandro López Andrada.