Buenas noches paisanos,
Os voy a contar una anecdota que me pasó cuando era pequeña, debía tener unos seis o siete años. Mi hermano y yo ibamos muy a menudo a las Tiñosas, a casa de mi tia Mercedes "la del bulto", un día acompañe a mi tio Francisco a la huerta que había enfrente de la fuente agria, que por entonces la llevaba el, iba a regar, bueno el caso es que ví una planta con unos frutos raros, no se me ocurrió otra cosa que hecharle mano y agarrarlo. Era un higo chunbo y por supuesto se me lleno las manos de las espinas. Mi prima Carmela se pasó toda la tarde y parte de la noche quitándome las espinas y restregándomelas con aceite para que salieran. Os puedo asegurar que aquella experiencia no se me olvida.
Un besito a todos.
Os voy a contar una anecdota que me pasó cuando era pequeña, debía tener unos seis o siete años. Mi hermano y yo ibamos muy a menudo a las Tiñosas, a casa de mi tia Mercedes "la del bulto", un día acompañe a mi tio Francisco a la huerta que había enfrente de la fuente agria, que por entonces la llevaba el, iba a regar, bueno el caso es que ví una planta con unos frutos raros, no se me ocurrió otra cosa que hecharle mano y agarrarlo. Era un higo chunbo y por supuesto se me lleno las manos de las espinas. Mi prima Carmela se pasó toda la tarde y parte de la noche quitándome las espinas y restregándomelas con aceite para que salieran. Os puedo asegurar que aquella experiencia no se me olvida.
Un besito a todos.
Yo también tengo una anécdota de crío con los higos chumbos. Ocurrió en El Hoyo, pueblo de mis padres, donde pasaba largas temporadas con mi abuela.
Élla me enseñó a pelarlos con un tenedor y una navaja, para no pincharme, mientra recitaba una letanía, más o menos así:
"Anda con Dios, higo chumbo,
pariente de mi navaja.
Te corto corona y culo,
en medio te hago una raja
y te mando al otro mundo".
El caso es que los probé, me gustaron y una tarde me emplee en un cubo que tenían para echar a los guarros, comiéndome más o menos una docena.
No os quiero ni contar cómo las pasé hasta que mis intestinos volvieron a funcionar con normalidad, ni los brebajes que me hizo tomar mi abuela Lucía para desatascarme las tripas.
Creo que desde entonces no los he vuelto a probar, y mira que cuando anduve por Cartagena había a montones (allí los llaman "higos de pala" ¿o no Balti?)
Besotes.
Élla me enseñó a pelarlos con un tenedor y una navaja, para no pincharme, mientra recitaba una letanía, más o menos así:
"Anda con Dios, higo chumbo,
pariente de mi navaja.
Te corto corona y culo,
en medio te hago una raja
y te mando al otro mundo".
El caso es que los probé, me gustaron y una tarde me emplee en un cubo que tenían para echar a los guarros, comiéndome más o menos una docena.
No os quiero ni contar cómo las pasé hasta que mis intestinos volvieron a funcionar con normalidad, ni los brebajes que me hizo tomar mi abuela Lucía para desatascarme las tripas.
Creo que desde entonces no los he vuelto a probar, y mira que cuando anduve por Cartagena había a montones (allí los llaman "higos de pala" ¿o no Balti?)
Besotes.