Querido Rafuki, siento muchísimo la pérdida de tu padre, a quien le tomé tanto cariño desde que le conocí el pasado verano cuando estuvimos juntos en Cabezarrubia y Mina Diógenes. También envío mi más profunda condolencia por su fallecimiento a tu madre y a tus hermanos. Sé que estaréis hundidos en este durísimo y delicadísimo trance, pero quiero decirte que todos tus amigos estamos cerca de vosotros compartiendo vuestro dolor y vuestra orfandad. A veces, las palabras tienen muy poco valor y no sirven para dar consuelo, pero puedes creerme si te digo que tu padre ya está descansando cerca de Dios, porque él era un gran hombre, un ser puro y luminoso, jovial y entrañable y el Señor lo tendrá a su lado, pues era una gran persona que irradiaba luz, alegría, optimismo y felicidad. Como dice Antonio Morón, ya estará arriba con las almas de sus compañeros mineros de Diógenes, bromeando con ellos, cazando liebres y perdices entre montes de nubes, bajo la protección mágica del Rabanero, iluminando con su sonrisa el sendero infinito de la Eternidad. En fin, amigo Rafuki, sé que las palabras no sirven, son inútiles en estos casos, pero quiero que te quedes con estas que te envío: esperanza, amor, ánimo, fe, ternura y solidaridad con tu dolor. Recibe, querido amigo, junto a mi más profundo pésame, la sincera condolencia de Paqui, mi mujer, y un entrañabe abrazo de los dos, tus buenos amigos, Paqui y Alejandro. Te queremos de verdad.