El banco mágico de los trabajadores de nuestro pueblo:
Era de madera y estaba en la ventana del pagador... era mágico para ellos ¿dónde estará ahora?. ¡cuántos momentos duros y difíciles habrá visto!. Todos los sábados veía la cara alegre, llena de sudor y con el sentimiento del trabajo duro en las facciones. Ellos se ponían en cola para ir cobrando y no se colaba nadie, pues sabían respetar su turno. Mientras un cigarrillo y la charla correspondiente sobre lo que iban a hacer el fin de semana (a cazar por la sierra algunos, otros de pesca al pantano, otros de chapuzas en su casa y por supuesto sin olvidar... sus partidas de truque o dominó en el Casino). Unos chatos de vino... con torreznillos, una tapilla de asadura o pajarillos fritos.
Ellos, esperaban durante toda la semana la llegada de este momento. Era duro el trabajo, había que ser fuerte y no decaer, pero ellos lo conseguían. Soñaban con la llegada del sábado para recibir la deseada paga semanal... el banquito verde les esperaba. Había que arreglar las cuentas en la tienda de Gregorio, o en la de Roge o Eutimio. No olvidemos que las Químicas llevaban la libreta al dedillo y no olvidaban ni una cabeza de ajos. El economato era otra salvación, donde Ángel, les vendía el bacalao, las lentejas o algunas latillas. Las madres, eran economistas de verdad, sabían repartir y aguantar hasta la semana siguiente... las cuentas las llevaban en la cabeza con mucho arte (había que tirar para adelante).
Esa paga semanal era corta, podría haber sido mayor, pero la protesta la llevaban por dentro... con lo duro que era el trabajo del minero (se merecían el oro del mundo). El lavadero también tenía su peligro y allí estaban... callados y atentos a su tarea. Todas las faenas tenían su importancia y su merito. Todos eran necesarios. Ellos se ayudaban siempre.
Hoy, sábado, si volvemos a un sábado de los años 50,60 o 70, estaríamos viendo el relucir de las pesetas (ahora euros) y algunos billetejos, en el sobre marrón que con su nombre puesto en bolígrafo, le daban a cada trabajador...-tú ¿cuánto has cobrado?,-1250 pesetas,-joder, joder, toda la semana sudando para...
A todos esos trabajadores de nuestro pueblo, vaya nuestro recuerdo más cariñoso.
Nota: Me ha salido de dentro y así os lo pongo. Abrazos.
Era de madera y estaba en la ventana del pagador... era mágico para ellos ¿dónde estará ahora?. ¡cuántos momentos duros y difíciles habrá visto!. Todos los sábados veía la cara alegre, llena de sudor y con el sentimiento del trabajo duro en las facciones. Ellos se ponían en cola para ir cobrando y no se colaba nadie, pues sabían respetar su turno. Mientras un cigarrillo y la charla correspondiente sobre lo que iban a hacer el fin de semana (a cazar por la sierra algunos, otros de pesca al pantano, otros de chapuzas en su casa y por supuesto sin olvidar... sus partidas de truque o dominó en el Casino). Unos chatos de vino... con torreznillos, una tapilla de asadura o pajarillos fritos.
Ellos, esperaban durante toda la semana la llegada de este momento. Era duro el trabajo, había que ser fuerte y no decaer, pero ellos lo conseguían. Soñaban con la llegada del sábado para recibir la deseada paga semanal... el banquito verde les esperaba. Había que arreglar las cuentas en la tienda de Gregorio, o en la de Roge o Eutimio. No olvidemos que las Químicas llevaban la libreta al dedillo y no olvidaban ni una cabeza de ajos. El economato era otra salvación, donde Ángel, les vendía el bacalao, las lentejas o algunas latillas. Las madres, eran economistas de verdad, sabían repartir y aguantar hasta la semana siguiente... las cuentas las llevaban en la cabeza con mucho arte (había que tirar para adelante).
Esa paga semanal era corta, podría haber sido mayor, pero la protesta la llevaban por dentro... con lo duro que era el trabajo del minero (se merecían el oro del mundo). El lavadero también tenía su peligro y allí estaban... callados y atentos a su tarea. Todas las faenas tenían su importancia y su merito. Todos eran necesarios. Ellos se ayudaban siempre.
Hoy, sábado, si volvemos a un sábado de los años 50,60 o 70, estaríamos viendo el relucir de las pesetas (ahora euros) y algunos billetejos, en el sobre marrón que con su nombre puesto en bolígrafo, le daban a cada trabajador...-tú ¿cuánto has cobrado?,-1250 pesetas,-joder, joder, toda la semana sudando para...
A todos esos trabajadores de nuestro pueblo, vaya nuestro recuerdo más cariñoso.
Nota: Me ha salido de dentro y así os lo pongo. Abrazos.
Apolonio, a ti te ha salido de dentro y desde dentro lo he leido yo, aunque esas filas de trabajadores para cobrar su salario las recordamos todos es muy grato leerlo y leer lo guapos y arregladitos que nos tenian nuestras madres con tan poco dinero, poco era el dinero pero bien se preocupaban nuestros padres de que no nos faltase de nada haciendo toda clase de esfuerzos.
Un beso para tu madre y para vosotros.
Un beso para tu madre y para vosotros.