CARTA DE AMOR 30 septiembre
Querida mamá:
Estoy a tu lado y no me atrevo a contestar a las preguntas que me haces. Esta enfermedad que ha arrasado con tu memoria, ha hecho que haya perdido definitivamente la niñez.
Hace un rato, mientras te estaba peinando delante del espejo, me has preguntado dónde estaba tu madre y yo te he contestado que tenías ochenta años y que tu madre murió hace cuarenta, que yo soy tu hija y que te quiero con toda mi alma. Tú te has quedado mirándome con esa mirada perdida y yo te he acariciado la cara, te he dado un beso y te he dicho, no te preocupes mamá, siempre hemos sido muy despistados en esta casa. Tú me has sonreído.
Papá ha pasado por delante del cuarto de baño y tú le has preguntado que cuándo venía tu madre y papá desesperado ha dicho medio llorando ahora viene es que ha salido a comprar, y se ha ido a refugiarse en el cuarto de estar.
Me has mirado y me has dicho ¡qué bueno es papá! me miente para que no me sienta triste.
Fuisteis compañeros de carrera, te llamaba Maríe Courie porque eras la más lista de la facultad de químicas y se enamoró de ti hace ya sesenta años. Fue tu primer fan cuando creaste aquel club de inversión en bolsa de mujeres y te ibas a la Bolsa y te codeabas con todos los agentes. Yo te cuento todas estas cosas para ver si puedo hacerte recordar y tú me dices “ ¡cuánta lata te doy!. Te contesto que no hay nada que me guste más en este mundo que cuidar de ti, llevarte al médico, partirte el filete y ayudarte en tu aseo diario, porque tú fuiste nuestra madre querida, la que nos ayudo a estudiar, la que se pasaba las horas muertas en el oculista intentando que yo metiera el soldadito en la garita cuando el soldadito se empeñaba en salirse, hasta que conseguiste erradicar mi estrabismo; la que intentó por todos los medios a su alcance que fuéramos más altos; la que nos llevaba al dentista; la que nos enseñó a nadar y a tirarnos de cabeza; y la que en la época de las cerezas nos ponía pendientes de rubíes colgando de las orejas y nos trenzaba añillos de jade con los rabillos de las frutas.
Querida mamá, ahora yo soy la adulta y tú recuperas la niñez y yo cuido de ti porque te quiero. Y aunque no seas la mujer fuerte que fuiste, siempre serás mi madre.
Nos vamos a dar un paseo con papá, que no puede vivir si ti. Me sonríes y me dices que quieres ponerte el anillo de pedida.
Montserrat Heredero.
Querida mamá:
Estoy a tu lado y no me atrevo a contestar a las preguntas que me haces. Esta enfermedad que ha arrasado con tu memoria, ha hecho que haya perdido definitivamente la niñez.
Hace un rato, mientras te estaba peinando delante del espejo, me has preguntado dónde estaba tu madre y yo te he contestado que tenías ochenta años y que tu madre murió hace cuarenta, que yo soy tu hija y que te quiero con toda mi alma. Tú te has quedado mirándome con esa mirada perdida y yo te he acariciado la cara, te he dado un beso y te he dicho, no te preocupes mamá, siempre hemos sido muy despistados en esta casa. Tú me has sonreído.
Papá ha pasado por delante del cuarto de baño y tú le has preguntado que cuándo venía tu madre y papá desesperado ha dicho medio llorando ahora viene es que ha salido a comprar, y se ha ido a refugiarse en el cuarto de estar.
Me has mirado y me has dicho ¡qué bueno es papá! me miente para que no me sienta triste.
Fuisteis compañeros de carrera, te llamaba Maríe Courie porque eras la más lista de la facultad de químicas y se enamoró de ti hace ya sesenta años. Fue tu primer fan cuando creaste aquel club de inversión en bolsa de mujeres y te ibas a la Bolsa y te codeabas con todos los agentes. Yo te cuento todas estas cosas para ver si puedo hacerte recordar y tú me dices “ ¡cuánta lata te doy!. Te contesto que no hay nada que me guste más en este mundo que cuidar de ti, llevarte al médico, partirte el filete y ayudarte en tu aseo diario, porque tú fuiste nuestra madre querida, la que nos ayudo a estudiar, la que se pasaba las horas muertas en el oculista intentando que yo metiera el soldadito en la garita cuando el soldadito se empeñaba en salirse, hasta que conseguiste erradicar mi estrabismo; la que intentó por todos los medios a su alcance que fuéramos más altos; la que nos llevaba al dentista; la que nos enseñó a nadar y a tirarnos de cabeza; y la que en la época de las cerezas nos ponía pendientes de rubíes colgando de las orejas y nos trenzaba añillos de jade con los rabillos de las frutas.
Querida mamá, ahora yo soy la adulta y tú recuperas la niñez y yo cuido de ti porque te quiero. Y aunque no seas la mujer fuerte que fuiste, siempre serás mi madre.
Nos vamos a dar un paseo con papá, que no puede vivir si ti. Me sonríes y me dices que quieres ponerte el anillo de pedida.
Montserrat Heredero.