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Llevaba varios días sin entrar en el foro y, ahora, esta mañana, de repente, leyendo los escritos atrasados, me encuentro con el de mi amigo Benito, el Mago de Tiñosas, donde refleja con una emoción indescriptible la destrucción de Mina Diógenes y la desaparición definitiva de sus casas. Me he emocionado muchísimo leyéndolo, porque debió ser muy doloroso contemplar el derrumbe de un lugar tan mágico y bello, tan lleno de experiencias para quienes vivieron allí. No hay palabras para explicar el sentimiento de pérdida de un ser querido, y en este caso, como bien expresa Benito, la muerte del pueblo, su desaparición, era, de algún modo, la de una madre gigantesca, de piedra y de cal, que arropaba a todos sus hijos bajo su manto de cielo. Entiendo, después de leer al amigo Benito, la horrible orfandad de todos los diogeneros; pero, como él bien dice, la luz de las casas y las calles de Diógenes sigue estando presente en los corazones de todos sus hijos. Y eso, aunque sea duro decirlo, de alguna manera reconforta. El sentimiento crece y se agiganta con la pérdida, por eso Mina Diógenes siempre estará en el corazón de quienes vivieron allí, incluso, como es mi caso, en las entrañas de alguien que no lo conoció, pero lo ama muy profundamente a través de las miradas y las palabras de sus amigos diogeneros. Muchas gracias, Benito, por haber descrito tan maravillosamente ese sentimiento de pérdida. Recibe mi abrazo y, a la vez, recibidlo todos mis amigos y amigas de Minas Diógenes. Os quiero, Alejandro.
