Estoy en Orgiva y en un cibert. Me he acordado de vosotros y os propongo... revivir el miércoles de semana santa en Mina Diógenes. Yo lo recuerdo así...
A las 10 de la noche, se hacía el Viacrucis con un recorrido por algunas calles del pueblo. La gente está preparada en la puerta de la iglesia. El cura y los monaguillos ordenan las filas de la procesión. Delante las mujeres y más atrás los hombres... era la costumbre.
El pueblo sin luces, todo apagado y las velas se iban encendiendo. De la Iglesia se bajaba por la calle que daba a la casa del médico y en dirección a la esquina de campo de fútbol (donde vivió Peluso, el Pinche y alguno más). Se van leyendo las doce estaciones de Viacrucis. Al principio, en medio de las dos filas y abriendo camino, iba el portador de la Cruz de Cristo. Los jóvenes se turnaban para llevarla, pues pesaba de lo lindo. Era como un reto, llegar a una edad y portar la cruz. La vuelta se daba en la calle principal (creo) a la altura del muro del casino. Al pasar por el casino, las luces apagadas y alguna vela dentro para poder ver a los clientes. Era costumbre que los mineros en silencio veían pasar desde las ventanas a los feligreses que acompañan en el acto de semana santa. Alguno pediría por ellos en lo más hondo de la mina. Si no lo hacían ellos, ya lo harían sus mujeres o sus hijas.
Al pasar por las escuelas, parada y la décima estación. En voz alta el cura D. José rezaba el rosario y todos contestaban atentamente. Otras veces, el rosario lo iba rezando alguna mujer o alguna maestra Dª María o Dª Rosa.
Seguimos con todo el pueblo en silencio y la oscuridad en las calles. El reflejo de la luz de las velas alumbraba un poco. Llegada a la Iglesia y 12ª estación. Termina el Viacrucis y la Cruz dentro de la iglesia, daba por finalizado el acto.
Los jóvenes al casino, para apurar un poco más el día. La luz vuelve a brillar en todo el pueblo. Se oye a los paisanos hablar y despedirse hasta mañana. Había sido una buena noche religosa. A lo lejos se ven los novios despedirse en las puertas de algunas casas.
Hoy podía haber sido así, pero nos conformamos con el recuerdo.
¡ah! los trozos de vela, se solían guardar para cuando había tormentas.
Un abrazo paisanos.
A las 10 de la noche, se hacía el Viacrucis con un recorrido por algunas calles del pueblo. La gente está preparada en la puerta de la iglesia. El cura y los monaguillos ordenan las filas de la procesión. Delante las mujeres y más atrás los hombres... era la costumbre.
El pueblo sin luces, todo apagado y las velas se iban encendiendo. De la Iglesia se bajaba por la calle que daba a la casa del médico y en dirección a la esquina de campo de fútbol (donde vivió Peluso, el Pinche y alguno más). Se van leyendo las doce estaciones de Viacrucis. Al principio, en medio de las dos filas y abriendo camino, iba el portador de la Cruz de Cristo. Los jóvenes se turnaban para llevarla, pues pesaba de lo lindo. Era como un reto, llegar a una edad y portar la cruz. La vuelta se daba en la calle principal (creo) a la altura del muro del casino. Al pasar por el casino, las luces apagadas y alguna vela dentro para poder ver a los clientes. Era costumbre que los mineros en silencio veían pasar desde las ventanas a los feligreses que acompañan en el acto de semana santa. Alguno pediría por ellos en lo más hondo de la mina. Si no lo hacían ellos, ya lo harían sus mujeres o sus hijas.
Al pasar por las escuelas, parada y la décima estación. En voz alta el cura D. José rezaba el rosario y todos contestaban atentamente. Otras veces, el rosario lo iba rezando alguna mujer o alguna maestra Dª María o Dª Rosa.
Seguimos con todo el pueblo en silencio y la oscuridad en las calles. El reflejo de la luz de las velas alumbraba un poco. Llegada a la Iglesia y 12ª estación. Termina el Viacrucis y la Cruz dentro de la iglesia, daba por finalizado el acto.
Los jóvenes al casino, para apurar un poco más el día. La luz vuelve a brillar en todo el pueblo. Se oye a los paisanos hablar y despedirse hasta mañana. Había sido una buena noche religosa. A lo lejos se ven los novios despedirse en las puertas de algunas casas.
Hoy podía haber sido así, pero nos conformamos con el recuerdo.
¡ah! los trozos de vela, se solían guardar para cuando había tormentas.
Un abrazo paisanos.