Queridos vecinos y vecinas de Minas Diógenes, ausentes y presentes, amigos y amigas de este pueblo mágico, eternamente azul, que todos y todas guardamos en el mejor rincón del corazón, es un honor para mí pronunciar este pregón de feria 2008, y lo es, sobre todo, porque sin haber nacido en Diógenes sí es verdad que he aspirado y respirado el aire nítido y limpio que corre por sus calles, entre sus casas encaladas, y he bebido la luz sobrenatural de su cielo suave y limpio que, ahora, en estos días de feria y fiestas aún se hace más terso y se inunda de una paz sagrada que serena la mente y endulza los ojos de quienes conocemos este pueblo tan lindo y especial.
Nunca había pensado gozar de esta oportunidad, la de poder vivir una feria de agosto como las que aparecen en las fotografías de un tiempo indestructible y encofrado para siempre en la pared de nuestra memoria. Hoy comienza la feria de Minas Diógenes y brillan con más alegría que nunca las pupilas de los diogeneros y las diogeneras que acompañan la imagen de la Virgen de las Minas en procesión desde la Iglesia hasta el pozo número cuatro. La ilusión flota ya en los postes adornados de guirnaldas y lucecillas, de un colorido intenso, poético, dulzón, y bulle el amor en los corros de vecinos que se acercan a conversar y a tomar algo en el chiringuito del casino, donde intercambiarán opiniones y experiencias vividas a lo largo del año, porque esta feria de agosto 2008 hay que vivirla intensamente y tocar la luz de Diógenes con los dedos del alma para llenarnos de una intensa emoción y no olvidarla jamás.
El campo de fútbol espera el bullicio mágico de los futbolistas diogeneros corriendo sin desánimo tras el balón, disputándoselo a los jugadores de Mestanza, Hinojosas o Puertollano, y las chicas más guapas del pueblo los animarán desde las bandas con sus gritos y sus vivas. Alguien mirará más a las chicas que al balón y esperará con ansias que llegue la noche y el cielo se encienda de estrellas para pedirles un baile a alguna de sus amigas en el exterior del casino y sentir como el tiempo no pasa y se detiene en la palpitación del ansia juvenil por rozar los labios y estrechar la cintura de la chavala de los sueños. Ellas mirarán, probablemente, más a los chicos nuevos que han llegado a algunas casas del pueblo con motivo de pasar aquí la feria entre nosotros, y los chavales jóvenes se morirán de celos al ver que sus novias, o sus amigas, miran a esos chicos que vienen de fuera y sacan a las chicas más guapas y hermosas a bailar. Ellas se han engalanado con sus mejores vestidos y sus espléndidas blusas estampadas. Todas son bellísimas y los chicos del pueblo, algunos con el pelo muy largo, esperan rozar su talle en el baile y estrecharse a ellas durante más de una canción.
Veo a Joselín, a Ramón, a Antonio, a Rafuki, a Apolonio, a Benito de Tiñosas, y a otros jóvenes diogeneros conversando y bromeando junto a la pista de baile sobre asuntos cotidianos, ovservando a las chicas de distintas edades, mientras que ellas, Conce, Loli, Tere, Mayte, Pepi, Puri y las demás, sonríen picaronamente, y, a la vez que bailan, miran a sus chicos preferidos de refilón. Las parejas de novios pasean bajo el árbol de las estrellas, buscando un rincón para abrazarse y amarse en silencio, y los niños pequeños, con la mirada encendida, pasean por la feria cogidos a la mano de sus padres, deseando tomarse una limonada o un polo para refrescar la sed. Es el esplendor de la feria de Diógenes, la ilusión que restalla en la mirada de los más ancianos que se rejuvenecen con motivo de las fiestas de este año y, a la vez, recuerdan otras ferias suyas más lejanas pero intensamente vivas, igual que éstas, en su corazón.
Paseos, bailes, charlas en el chiringuito, partidos de fútbol, susurros de enamorados bajo las estrellas, niñas que desfilan con su vestidito nuevo, palabras que brillan dulces bajo el universo, canciones melancólicas del trío Luengo, gritos alegres de niño correteando, y la noche estrellada, la noche abierta y luminosa que en la feria de Diógenes brilla más intensamente que en ningún otro lugar. Todo cruje en el aire como un hojaldre de pastel y es todo tan tenue, intenso y delicado que me siento ahí, en medio de vosotros, bebiendo un refresco o una cerveza de las de antes sentado en la silla, una de esas sillas de madera, enderredor de un antiguo velador. Hablo de mis proyectos con Joselín, mientras llegan Mayte, y Tere del Geómetra, y Conce Vizuete, y Loli Gómez, y Rafuki, y Pepi Vozmediano, y muchos más, para formar, dentro de este día de feria luminoso, esa gran familia que somos todos y todas los que sentimos a Minas Diógenes en nuestro interior y llevamos sellada la imagen de la Virgen de las Minas en nuestras entrañas y la paseamos y procesionamos en nuestros sueños, en esos sueños lejanos, juveniles, que este 15 de agosto vuelven a hacerse realidad, porque el pueblo, Diógenes, se ha levantado de nuevo, se ha reconstruido en nuestras almas, y vemos las casas, los patios, las fachadas blanquísimas, encaladas, y sentimos el rumor de la feria en nuestra sangre, y nuestras pupilas se encienden como antorchas para recibir a los seres queridos, recordados, a todos esos vecinos y vecinas de Diógenes que no están con nosotros físicamente, pero siguen estando y existiendo espiritualmente en nuestra mente, porque nunca, jamás, se acabarán de ir. Y termino, amigos y amigas de Diógenes, porque debo acercarme a casa y prepararme para salir a la feria cuando anochezca. Quiero respirar la anchura de nuestro aire, la luminosa alegría de nuestro cielo que esta noche del 15 de agosto de 2008 os aseguro que brillará más que nunca en las calles abiertas y espaciosas de Diógenes, que son, al fin y al cabo, las calles del corazón. Os deseo a todos unas felices fiestas en honor a la Virgen de las Minas y que ella nos guíe y nos proteja en estos días de feria para disfrutarlos todos en buena armonía, en verdadera hermandad, para que el próximo año de nuevo nos volvamos a ver en este mismo lugar. Un cálido y sincero abrazo de vuestro amigo y paisano diogenero, Alejandro López Andrada, que la feria siga siempre encendida en las calles del corazón.
Nunca había pensado gozar de esta oportunidad, la de poder vivir una feria de agosto como las que aparecen en las fotografías de un tiempo indestructible y encofrado para siempre en la pared de nuestra memoria. Hoy comienza la feria de Minas Diógenes y brillan con más alegría que nunca las pupilas de los diogeneros y las diogeneras que acompañan la imagen de la Virgen de las Minas en procesión desde la Iglesia hasta el pozo número cuatro. La ilusión flota ya en los postes adornados de guirnaldas y lucecillas, de un colorido intenso, poético, dulzón, y bulle el amor en los corros de vecinos que se acercan a conversar y a tomar algo en el chiringuito del casino, donde intercambiarán opiniones y experiencias vividas a lo largo del año, porque esta feria de agosto 2008 hay que vivirla intensamente y tocar la luz de Diógenes con los dedos del alma para llenarnos de una intensa emoción y no olvidarla jamás.
El campo de fútbol espera el bullicio mágico de los futbolistas diogeneros corriendo sin desánimo tras el balón, disputándoselo a los jugadores de Mestanza, Hinojosas o Puertollano, y las chicas más guapas del pueblo los animarán desde las bandas con sus gritos y sus vivas. Alguien mirará más a las chicas que al balón y esperará con ansias que llegue la noche y el cielo se encienda de estrellas para pedirles un baile a alguna de sus amigas en el exterior del casino y sentir como el tiempo no pasa y se detiene en la palpitación del ansia juvenil por rozar los labios y estrechar la cintura de la chavala de los sueños. Ellas mirarán, probablemente, más a los chicos nuevos que han llegado a algunas casas del pueblo con motivo de pasar aquí la feria entre nosotros, y los chavales jóvenes se morirán de celos al ver que sus novias, o sus amigas, miran a esos chicos que vienen de fuera y sacan a las chicas más guapas y hermosas a bailar. Ellas se han engalanado con sus mejores vestidos y sus espléndidas blusas estampadas. Todas son bellísimas y los chicos del pueblo, algunos con el pelo muy largo, esperan rozar su talle en el baile y estrecharse a ellas durante más de una canción.
Veo a Joselín, a Ramón, a Antonio, a Rafuki, a Apolonio, a Benito de Tiñosas, y a otros jóvenes diogeneros conversando y bromeando junto a la pista de baile sobre asuntos cotidianos, ovservando a las chicas de distintas edades, mientras que ellas, Conce, Loli, Tere, Mayte, Pepi, Puri y las demás, sonríen picaronamente, y, a la vez que bailan, miran a sus chicos preferidos de refilón. Las parejas de novios pasean bajo el árbol de las estrellas, buscando un rincón para abrazarse y amarse en silencio, y los niños pequeños, con la mirada encendida, pasean por la feria cogidos a la mano de sus padres, deseando tomarse una limonada o un polo para refrescar la sed. Es el esplendor de la feria de Diógenes, la ilusión que restalla en la mirada de los más ancianos que se rejuvenecen con motivo de las fiestas de este año y, a la vez, recuerdan otras ferias suyas más lejanas pero intensamente vivas, igual que éstas, en su corazón.
Paseos, bailes, charlas en el chiringuito, partidos de fútbol, susurros de enamorados bajo las estrellas, niñas que desfilan con su vestidito nuevo, palabras que brillan dulces bajo el universo, canciones melancólicas del trío Luengo, gritos alegres de niño correteando, y la noche estrellada, la noche abierta y luminosa que en la feria de Diógenes brilla más intensamente que en ningún otro lugar. Todo cruje en el aire como un hojaldre de pastel y es todo tan tenue, intenso y delicado que me siento ahí, en medio de vosotros, bebiendo un refresco o una cerveza de las de antes sentado en la silla, una de esas sillas de madera, enderredor de un antiguo velador. Hablo de mis proyectos con Joselín, mientras llegan Mayte, y Tere del Geómetra, y Conce Vizuete, y Loli Gómez, y Rafuki, y Pepi Vozmediano, y muchos más, para formar, dentro de este día de feria luminoso, esa gran familia que somos todos y todas los que sentimos a Minas Diógenes en nuestro interior y llevamos sellada la imagen de la Virgen de las Minas en nuestras entrañas y la paseamos y procesionamos en nuestros sueños, en esos sueños lejanos, juveniles, que este 15 de agosto vuelven a hacerse realidad, porque el pueblo, Diógenes, se ha levantado de nuevo, se ha reconstruido en nuestras almas, y vemos las casas, los patios, las fachadas blanquísimas, encaladas, y sentimos el rumor de la feria en nuestra sangre, y nuestras pupilas se encienden como antorchas para recibir a los seres queridos, recordados, a todos esos vecinos y vecinas de Diógenes que no están con nosotros físicamente, pero siguen estando y existiendo espiritualmente en nuestra mente, porque nunca, jamás, se acabarán de ir. Y termino, amigos y amigas de Diógenes, porque debo acercarme a casa y prepararme para salir a la feria cuando anochezca. Quiero respirar la anchura de nuestro aire, la luminosa alegría de nuestro cielo que esta noche del 15 de agosto de 2008 os aseguro que brillará más que nunca en las calles abiertas y espaciosas de Diógenes, que son, al fin y al cabo, las calles del corazón. Os deseo a todos unas felices fiestas en honor a la Virgen de las Minas y que ella nos guíe y nos proteja en estos días de feria para disfrutarlos todos en buena armonía, en verdadera hermandad, para que el próximo año de nuevo nos volvamos a ver en este mismo lugar. Un cálido y sincero abrazo de vuestro amigo y paisano diogenero, Alejandro López Andrada, que la feria siga siempre encendida en las calles del corazón.