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MINA DIOGENES: Apolonio, como siempre tus escritos llegan al corazón,...

Son las 10 de la mañana.
En la Iglesia, todos los asistentes están atentos al sermón del cura (D. José Jiménez Escalona) podría ser. Las mujeres como costumbre, ocupan los bancos primeros y los hombres los de atrás. Así era la costumbre y así se hacía. El silencio era total. El cura habla de la fiesta religiosa que se va a calebrar. Entra en materia y describe la vida del minero y la vida de las mujeres de los mineros. Habla del esfuerzo, sacrificio y coraje de la gente de la mina. Habla de los peligros. Asegura que la Virgen los protege. ¡seguro! decía el cura.
Algunas lágrimas caen por las mejillas de las mujeres. El hombre, más duro, aguanta sin llorar (no era costumbre ver a los hombres llorar) en aquellas épocas. La procesión la llevan por dentro. Les palpita el alma, se les pone la piel de gallina y hacen un esfuerzo para respirar. No se puede notar la pena... así era. Todos piensan que es dura la vida de la mina y que en un segundo puede ocurrir una desgracia.
LA PROCESIÓN, empieza para ir terminando los actos religiosos. Las mujeres en fila delante de la Virgen. Los hombres detrás. Los músicos tocan al paso de los costaleros que llevan las andas. Los hermanos de la Hermandad, con su brazalete y sus cetros, acompañan con devoción. El hermano mayor preside el acto. Junto a él, el sacerdote, directivos y demás miembros de la Hermandad. Los cohetes y los barreneros hacen su función para dar colorido a la fiesta. El olor a pólvora era bien recibido en ese día.

Apolonio, como siempre tus escritos llegan al corazón, nos narras lo vivido y volvemos a vivirlo, gracias.
Un beso.