MINA DIOGENES: Querido Germán, eran tiempos oscuros, tenebrosos y...

Por fin, ya concluyeron las fiestas que tanto gustan a muchos y tan poco a otros. Navidades y Reyes Magos. A mí, la noche buena, como le llamábamos cuando era niño, no me gusto entonces ni me gusta ahora. Los Reyes Magos, tampoco me gustaban entonces ni me gustan ahora. Pues se portaron muy mal conmigo. Yo que veía a los niños de mi edad, a los de por encima y a los de por abajo, exhibiendo sus juguetes por la calle Ancha, al pasar por delante de mi puerta, le preguntaba a mi madre que porqué a Juanito y a Aurelio, entre otros muchos, que eran de mi edad y además eran mis amigos, le habían echado juguetes y a mí no. Mi madre que tenía su particular forma de explicarme las cosa, me dijo que Los padre de Juanito y de Aurelio eran ricos y nosotros éramos muy pobres, y que, por eso, nunca me traería juguetes. Joder. Pues sí; así fue y así siguió siendo durante toda mi niñez y toda mi adolescencia. ¡Qué cosas decía mi madre! Otra vez pregunté a mi madre que porqué Juanito y Aurelio iban a la escuela y yo no. Esta vez no dijo que los padres de uno y de otro eran ricos; sino que, ellos vivían en el pueblo y nosotros nos teníamos que ir a vivir al campo y allí no había maestros de escuela. Y así fue. En ese puto campo, por maravilloso que fuera, que lo era, no había maestros de escuela, no había niños con los que jugar, no había gente con las que yo pudiera hablar, no había ni tan siquiera un buen techo bajo el cual dormir, ni había otras muchas cosas que, para qué decir. (Puto campo) Eran los mastines con los que podía jugar y los que me daban la vida; hasta que el mastín, Cantinero, que así se llamaba, se hartó y a punto estuvo de quitármela. Puto campo. Luego dicen del campo. Pues yo, cualquiera de las muchísimas cosas que he realizado en mi vida, fueron mejores que las del campo. El campo es muy bonito, sí, pero para ir de eso, de campo. Joder, hay que ver como empecé y cómo he terminado. Qué lío, ¿no? Como que no fui a la escuela y eso se nota.

Querido Germán, eran tiempos oscuros, tenebrosos y deprimentes. Demasiado esfuerzo y sacrificio de nuestros mayores; sacrificios de los que nosotros, niños entonces, no éramos demasiados conscientes. Pero consiguieron, con tesón y rotundidad, unos derechos y una sociedad más justa y libre. Ahora todo su esfuerzo (y el nuestro) se nos viene abajo y tanto el presente cercano, como el futuro, se nos presenta incierto e injusto.