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MINA DIOGENES: *** LEYE DE LA ROCA DEL PERRO ***...

*** LEYE DE LA ROCA DEL PERRO ***

En los inicios del siglo XIX en plena hoz del Júcar en Cuenca vivían unos Condes muy adinerados, los cuales tenían a su cuidado una hija en plena juventud, y además un sobrino que ayudaba en los quehaceres de la hacienda.
Este sobrino estaba perdidamente enamorado de la hija de la condesa, y esta le negaba su amor.

Sus padres tenían prometido que la iban a meter en un convento el año que venía. Pero esa no era la razón de su desdén. Realmente estaba enamorada de un militar acampado a las afueras de la ciudad.

El sobrino de los Condes sospechó de la muchacha y la vigiló, porque creía que había otro hombre, y así fue. Este descubrió al ama de la joven con una carta para el fuerte y guapo militar, en la cual decía que quería huir al sentirse atrapada por sus padres que la querían monja y por su primo que la quería esposa.

El primo después de descubrir la trama, estuvo atento para interceptar la respuesta en la cual se planeaba la forma de escapar y la boda que se haría para unir a los enamorados en Santo Matrimonio.

El sobrino el día anterior a la huida hablo con su prima contándole que el caballero al que ella amaba le había encargado la organización de la huida. Y ella se lo agradeció infinitamente y confió en el.

La noche era fría, prima y primo descendieron al río Júcar para cruzar a la otra orilla, pero los planes no salieron del todo bien. El soldado no pudo aguantar a esperar y fue a buscar al río a su amada. Eso desbarató los planes del sobrino que tenía preparados a unos hombres escondidos. La batalla fue brutal, y la joven moza fue llevada por el sobrino del conde a un pequeño monte diciéndole que eran bandidos que querían robarles. Pero ella oía las voces de su amado y forcejeaba con su despreciable primo que le había mentido.

La batalla aunque cruel y sangrienta salió favorable para el militar que amaba a la hija de los condes.

En el silencio de la noche el enamorado llamaba a su amor pero sin obtener respuesta. Solo se oían unos débiles ladridos en la lejanía. Los militares se dirigieron a ellos y allí encontraron a la dama muerta. Su herida mortal en el pecho fue causada por la daga que el sobrino tenía en sus manos tirado también en el suelo muerto a causa de los mordiscos del PERRO DE LA CONDESA que fue regalado por el militar para protegerla. El valiente perro tampoco se salvó de la masacre y el también murió cosido a puñaladas cuando mordía al despreciable.
Los militares enterraron a la bella dama y al gran perro, y dejaron al sobrino a expensas de los carroñeros.

En ese mismo cerro una figura de perro esculpido en las rocas calizas de la hoz del Júcar guarda las dos tumbas borradas y olvidadas del recuerdo de la mayoría de los conquenses.