Felicísimos buenos días, diogeneros y diogeneras. Amigo Apolonio, me ha emocionado tu evocación de aquella magnífica serie televisiva "Es usted el asesino" que yo solía ver en la taberna de Emilio Urbano (junto a casa) sentado a los pies de mi padre querido, en paz descanse, quien disfrutaba viendo todas las series televisivas de misterio y suspense. Tu recuerdo, perfectamente narrado, me ha hecho recordar con una extraña transparencia aquella época en que aún no había televisor en mi casa. Uno era pobre y humilde, joder, pero! cuánta felicidad había dentro de aquella escasez y aquella pobreza limpia y sosegada! Lo daría todo por volver a aquel tiempo y poderme sentar a los pies de mi querido padre para ver con él, muerto de miedo, aquellas series de televisión que a mí tanto me impresionaban. Recuerdo que, más de una vez, cuando estaba cerca de mi padre, yo reflexionaba si podría vivir algún día sin tenerlo cerca, y fíjate tú que hace ya dieciocho años de su muerte y aquí sigo, acordándome a cada instante de él, sobreviviendo a aquella época de felicidad y sencilla inocencia. A veces sentimos que estamos hechos con trocitos de recuerdos y pedacitos de nostalgias, y en realidad es así, porque el tiempo no existe, es una ilusión, pero las mellas que va dejando en nuestro espíritu con las muertes y las ausencias familiares las vamos taponando a base de imágenes, estampas y agridulces vivencias recordadas. Esa es, al fin y al cabo, la sustancia de la vida y la savia que alimenta nuestro transcurrir cotidano, por eso, amigo Apolonio, me ha emocionado tanto tu recuerdo y ha despertado en mí tantas emociones lejanas, quizá porque, en el fondo, nuestras infancias fueron muy parecidas y casi idénticas. Gracias, querido amigo, por tus relatos emocionantes. Recibe y recibid todos un sincero abrazo de vuestro amigo, Alejandro.