Aunque actualmente ha quedado reducido a un montón de escombros y algunas
casas de veraneo, hubo un tiempo en que El Horcajo fue un
pueblo animado, vivo, rico y con futuro.
En el siglo XVI, en las Relaciones de Felipe II ya se mencionaba la existencia de una Venta del Horcajo. Hasta el año 1858 en que se descubren las
minas de galena argentífera no aparecen muchas mas menciones.
Por aquel tiempo, el mineral de plata y en algunos casos la plata nativa (pura) es transportada a base de caballerías con unas producciones de unas 800 toneladas al año. Pronto la producción sube, y con la explotación de la concesión por parte de La Minería Española en el año 1872 se obtuvieron 2400 toneladas, pasando al año 1877 de 3300. Por estas fechas la población de El Horcajo ya asciende a 2000 personas, con 85 hombres y 290 caballerías dedicados al transporte del mineral. Los problemas con la abundancia de
agua, se estima que se sacaban de las minas diariamente unos 7500 metros cúbicos, llevaron a la aparición por estos lares de la perforación mecánica, de mano del propietario por aquel entonces, el Banco de París en 1882. De esa manera se aumenta la producción hasta las 13423 toneladas, cifra tope que se consiguió en esta
mina. A partir de estos años, la producción fue decreciendo por el empobrecimiento del filón, dándose varios cambios de propietario hasta que en el año 1911 la Sociedad Minero-Metalúrgica Peñarroya paraliza la explotación, estando esta a 600 metros de profundidad. En 1951 se volvió a intentar la explotación por Peñarroya, que en el año 1959 arrendó a Compañía Minera Bético-Manchega que a su vez dio por finalizados los trabajos en 1963 definitivamente. Ya por aquel entonces, El Horcajo estaba prácticamente despoblado y los pocos habitantes que quedaban marcharon al cercano Puertollano y cuando posteriormente la minería del carbón entró en crisis, a la zona de Levante y
Madrid principalmente.
Más tarde, con el cierre del ferrocarril de
Vía Estrecha Peñarroya-Puertollano en agosto de 1970, el pueblo se quedó aún más despoblado, puesto que todos los ferroviarios que trabajaban en la línea y sus
familias también se vieron obligados a emigrar a zonas como
Valencia o
Galicia, entrando así el pueblo en decadencia total.