Su nombre procede de Nava el
Pino, como lo llamaron sus primeros pobladores, que puede traducirse por breve llanura del pino.
Forma un núcleo de población desde época
medieval. El Diccionario de Madoz reseña la existencia de unos baños de
aguas medicinales, descubiertos en 1812 por José María Adeba y Juan Díaz. No obstante, esos baños termales fueron construidos sobre otros árabes del siglo XI.
Fernando III donó en 1222 el
castillo de Milagro al Arzobispado de
Toledo. En el documento manuscrito de esta donación se citan las Navas de Sancho Ximénez, que podría ser
Navalpino.
En las relaciones topográficas de Felipe II correspondientes al siglo XVI se habla ya de Nava el Pino. En esta comarca es muy frecuente el topónimo de nava, que significa pequeña llanura rodeada por cerros.
Destaca la
iglesia parroquial, cuya advocación se dedica a
San Bartolomé, patrón del
pueblo, que celebra su
fiesta el 24 de agosto. Su interior se estructura en torno a una sola nave con cubierta a dos vertientes sobre grandes arcadas ligeramente apuntadas que se apoyan en soportes o contrafuertes laterales. En el muro de la derecha se encuentra adosada una
capilla dónde está la
pila bautismal, a la que se accede a través de un
arco mixtilíneo de claras reminiscencias árabes.
En el frontal de la cabecera existe un
retablo, formado por tres
calles: en la central aparece San Bartolomé y en los laterales, San José y la Candelaria.
El exterior del
edificio está remozado con cemento y cal, excepto un lateral cuyos materiales son
piedra y argamasa.
En el siglo XVIII de la iglesia de Arroba, contaba con una
ermita dedicada a San Sebastián.