En loa conciencia de aquel niño, aquella tarde, le nacería un grito. que muchas veces luego, se le antojaría, un temblor de flores marchitas.
El abuelo, recostado sobre el viejo roble; hablaba... y hablaba. El abuelo contaba, con tristeza, esas coas que cuentan los abuelos. El abuelo, conba a nieto sus avatares, en lo hondo de la mina; muy a prisa a veces, hacía una pausa otras. y otras respiraba hondo como si el aire le faltara...
! Si,, el aire se hacía a veces se hacía irrespirable. El ruido de el barreno, era como ladridos que taladraban los oídos, mientras se clavaban sobre la tierra en furiosas dentelladas.
El nieto escuchaba, sin apenas darse cuenta, de que una lagartija corría a esconderse entre la maleza.
-Si hijo, si: en el fondo de la mina, todo eran ladridos, como de perros oscuros, en los tembién ladridos de el hambre. Y los ladridos de tristeza, tambien se escuchaban en las calles, y en el hogar humilde, donde solo los pequeños hablaba, y las madres callaban, cuchara en mano, viendo, como los hijos comían: ella siempre ere la ultima... y se conformaba con bien poco.
El niño escuchaba sin perder de vista a una abejas que volaban de flor en flor. Se dio cuenta el abuelo y continuó:
Al menos, ellas,. respiran, este viento, esta brisa, van de flor en flor... alli todo era pesado silencio, polvo que se metía en los pulmones... suciedad, como eneste maldito mundo, casi grito.
El nieto volvería la cabeza. El abuelo continuó:
- ¿Sabías, estos animales, también alimentan a algún zángano. Por que sabes, el mundo está lleno de zánganos, bien vestidos y aseados, a quien alimentemos, en sus cómodas poltronas.
El niño no entedía por lo que el abuelo dijo:
Ún día no muy lejano, entenderás, lo que te estoy contando. Un día, de tus propios ojos, te darás cuenta, de que tu madre, ha escondido mucho llanto, tras de su sonrisa. Un día verás cuanta basura... y la palparas en este estercolero, que es el mundo. Un día entenderás, el porque, tu padre se marho ejos, y regresaría de sus tristezas a toras: A arañar en las profundidades de la mina un pedazo de pan. Un día aprendrás, el por que los mayores permanecen callados y sonríen mientras por dentro son un mar de llantos.
las abejas, prosiguen en su volar de flor en flor. Luego un rafaa, de viento a la que seguirían otras mas fuertes.
-! Es hora de irse al lugar! creo que se avecina una tormenta!
- La abejas desaparecieron, etre los robles, direción de las colinas. Los pájaros, saltaban inquietos de rama en rama, sobre los robles mas altos.
-! Vamos! -dijo el abuelo. Y apenas iniciaran la marcha, y trueno retunbó en el valle.
Caminaron, lago trecho en silencio.
"Y los campos arrasados: Y los árboles tronchados. Y los pájaros ausentes. Y los hombres que se fueron a alguna parte, y no regresaban..." había dicho, también el abuelo, aquella tarde. "Y los que quedaron, recogiendo alimento, para aquellos zánganos..." Pero ahora callaba, y de la mano de su nieto se acercaban.
El nieto, viera que, pasaba el revés de su pano, por sus ojos.
La tormenta se acercaba.
la abuela inquietas, daba vueltas a su delantal de color verdoso, con sus arrugadas manos, mientras decía:
! Un trozo de carne de membrillo y un pedazo de pan... aunque sea de centeno, os vendrá bien!...
J. M (LIBERTAD) y... para mis mejores amigos
El abuelo, recostado sobre el viejo roble; hablaba... y hablaba. El abuelo contaba, con tristeza, esas coas que cuentan los abuelos. El abuelo, conba a nieto sus avatares, en lo hondo de la mina; muy a prisa a veces, hacía una pausa otras. y otras respiraba hondo como si el aire le faltara...
! Si,, el aire se hacía a veces se hacía irrespirable. El ruido de el barreno, era como ladridos que taladraban los oídos, mientras se clavaban sobre la tierra en furiosas dentelladas.
El nieto escuchaba, sin apenas darse cuenta, de que una lagartija corría a esconderse entre la maleza.
-Si hijo, si: en el fondo de la mina, todo eran ladridos, como de perros oscuros, en los tembién ladridos de el hambre. Y los ladridos de tristeza, tambien se escuchaban en las calles, y en el hogar humilde, donde solo los pequeños hablaba, y las madres callaban, cuchara en mano, viendo, como los hijos comían: ella siempre ere la ultima... y se conformaba con bien poco.
El niño escuchaba sin perder de vista a una abejas que volaban de flor en flor. Se dio cuenta el abuelo y continuó:
Al menos, ellas,. respiran, este viento, esta brisa, van de flor en flor... alli todo era pesado silencio, polvo que se metía en los pulmones... suciedad, como eneste maldito mundo, casi grito.
El nieto volvería la cabeza. El abuelo continuó:
- ¿Sabías, estos animales, también alimentan a algún zángano. Por que sabes, el mundo está lleno de zánganos, bien vestidos y aseados, a quien alimentemos, en sus cómodas poltronas.
El niño no entedía por lo que el abuelo dijo:
Ún día no muy lejano, entenderás, lo que te estoy contando. Un día, de tus propios ojos, te darás cuenta, de que tu madre, ha escondido mucho llanto, tras de su sonrisa. Un día verás cuanta basura... y la palparas en este estercolero, que es el mundo. Un día entenderás, el porque, tu padre se marho ejos, y regresaría de sus tristezas a toras: A arañar en las profundidades de la mina un pedazo de pan. Un día aprendrás, el por que los mayores permanecen callados y sonríen mientras por dentro son un mar de llantos.
las abejas, prosiguen en su volar de flor en flor. Luego un rafaa, de viento a la que seguirían otras mas fuertes.
-! Es hora de irse al lugar! creo que se avecina una tormenta!
- La abejas desaparecieron, etre los robles, direción de las colinas. Los pájaros, saltaban inquietos de rama en rama, sobre los robles mas altos.
-! Vamos! -dijo el abuelo. Y apenas iniciaran la marcha, y trueno retunbó en el valle.
Caminaron, lago trecho en silencio.
"Y los campos arrasados: Y los árboles tronchados. Y los pájaros ausentes. Y los hombres que se fueron a alguna parte, y no regresaban..." había dicho, también el abuelo, aquella tarde. "Y los que quedaron, recogiendo alimento, para aquellos zánganos..." Pero ahora callaba, y de la mano de su nieto se acercaban.
El nieto, viera que, pasaba el revés de su pano, por sus ojos.
La tormenta se acercaba.
la abuela inquietas, daba vueltas a su delantal de color verdoso, con sus arrugadas manos, mientras decía:
! Un trozo de carne de membrillo y un pedazo de pan... aunque sea de centeno, os vendrá bien!...
J. M (LIBERTAD) y... para mis mejores amigos