Como se que os gusta la historia, y esto es historia de nuestro pueblo, aqui os dejo este cartel tomado de las páginas del Ayuntamiento para conocimiento de TODOS, es la leyenda del Santo Voto y dice asi:
Una mañana primaveral de finales del S. XVIII, la paz de los vecinos de Puertollano se vio alterada por la llegada de una multitud de carruajes que trasladaban a los Duques de Medinaceli y su cohorte. Los Duques hacia años que se habían aficionado a tomar las aguas en la charca anexa al manadero de agua agria, que tan buenas propiedades posee para los males del vientre y la piel como ya glosara el célebre Doctor Limón.
Acontecía además que los vecinos de Puertollano estaban preparando, como todos los años desde el S. XIV, el guiso del Santo Voto. Así entre risas y algarabía, la gentil y devota Duquesa fue invitada a compartir con el resto de las mujeres las labores del reparto del guiso del voto entre los fieles.
Mientras, el Duque compartía la bota del generoso vino con los varones bromeando sobre las últimas noticias de la corte. Pero echando en falta a su cochero, el Duque preguntó por su paradero a los lacayos. Estos le comunicaron que el cochero, rechazando el pío guiso, prefirió permanecer en la posada para reponerse del duro camino.
Una vez retornados a Madrid, el cochero inexplicablemente enfermó. Al ser una persona querida por el Duque, éste pidió a su médico personal que observara al doliente. El doctor le manifestó la extrañeza del mal que afectaba a su cochero: las bubas que emponzoñaban su cuerpo y las fiebres que le consumían hacía siglos que habían desaparecido como mal en Europa.
El Duque no podía dar crédito a este fenómeno inusual: su cochero padecía los síntomas de la peste negra. Con el paso de los días, la enfermedad del cochero cada vez empeoraba más y los Duques no sabían que hacer. Además temían el contagio de tan funesto mal.
La Duquesa rápidamente recordó que en Puertollano el guiso del Santo Voto se realizaba en acción de gracias por haber salvado la Virgen de la peste negra a trece habitantes. Un lacayo sugirió una posible solución: debían mandar urgentemente un correo a Puertollano para que alguien les facilitase guiso del voto.
Al llegar a Puertollano, los vecinos con tristeza le manifestaron que era imposible encontrar guiso del voto, ya que solo se cocina una vez al año. Pero una anciana que todavía guardaba un panecillo reseco bendecido en la festividad del Santo Voto se lo dio al correo que urgentemente retornó a Madrid.
La cocinera de la Duquesa, con presteza pues el cochero estaba a punto de expirar, preparó una sopa de pan y caldo de una hermosa gallina que dio a comer al enfermo. A los pocos días, milagrosamente, el cochero comenzó a recuperar la salud.
Y cuentan los viejos de la localidad que este cochero se hizo tan devoto de nuestra tradición que todos los años retornaba a tomar su guiso del Santo Voto. Era el último enfermo sanado de la peste por nuestra Virgen de Gracia.
Una mañana primaveral de finales del S. XVIII, la paz de los vecinos de Puertollano se vio alterada por la llegada de una multitud de carruajes que trasladaban a los Duques de Medinaceli y su cohorte. Los Duques hacia años que se habían aficionado a tomar las aguas en la charca anexa al manadero de agua agria, que tan buenas propiedades posee para los males del vientre y la piel como ya glosara el célebre Doctor Limón.
Acontecía además que los vecinos de Puertollano estaban preparando, como todos los años desde el S. XIV, el guiso del Santo Voto. Así entre risas y algarabía, la gentil y devota Duquesa fue invitada a compartir con el resto de las mujeres las labores del reparto del guiso del voto entre los fieles.
Mientras, el Duque compartía la bota del generoso vino con los varones bromeando sobre las últimas noticias de la corte. Pero echando en falta a su cochero, el Duque preguntó por su paradero a los lacayos. Estos le comunicaron que el cochero, rechazando el pío guiso, prefirió permanecer en la posada para reponerse del duro camino.
Una vez retornados a Madrid, el cochero inexplicablemente enfermó. Al ser una persona querida por el Duque, éste pidió a su médico personal que observara al doliente. El doctor le manifestó la extrañeza del mal que afectaba a su cochero: las bubas que emponzoñaban su cuerpo y las fiebres que le consumían hacía siglos que habían desaparecido como mal en Europa.
El Duque no podía dar crédito a este fenómeno inusual: su cochero padecía los síntomas de la peste negra. Con el paso de los días, la enfermedad del cochero cada vez empeoraba más y los Duques no sabían que hacer. Además temían el contagio de tan funesto mal.
La Duquesa rápidamente recordó que en Puertollano el guiso del Santo Voto se realizaba en acción de gracias por haber salvado la Virgen de la peste negra a trece habitantes. Un lacayo sugirió una posible solución: debían mandar urgentemente un correo a Puertollano para que alguien les facilitase guiso del voto.
Al llegar a Puertollano, los vecinos con tristeza le manifestaron que era imposible encontrar guiso del voto, ya que solo se cocina una vez al año. Pero una anciana que todavía guardaba un panecillo reseco bendecido en la festividad del Santo Voto se lo dio al correo que urgentemente retornó a Madrid.
La cocinera de la Duquesa, con presteza pues el cochero estaba a punto de expirar, preparó una sopa de pan y caldo de una hermosa gallina que dio a comer al enfermo. A los pocos días, milagrosamente, el cochero comenzó a recuperar la salud.
Y cuentan los viejos de la localidad que este cochero se hizo tan devoto de nuestra tradición que todos los años retornaba a tomar su guiso del Santo Voto. Era el último enfermo sanado de la peste por nuestra Virgen de Gracia.