PUERTOLLANO: Arqueología de una promesa, escrito por Luis Fernando...

Arqueología de una promesa, escrito por Luis Fernando Ramírez)

José Aguilar Fernández, en cumplimiento de una promesa realizada al Santo inició una serie de actos para adorar al "Taumaturgo de Padua" en su día, al tiempo que daba de comer a unos pocos necesitados con sus ahorros.
Este vecino de Puertollano, minero de profesión y desde siempre devoto de San Antonio, con su iniciativa (digna de reseñar por su fuerte atracción religiosa y caritativa) con la que se solidarizaron rápidamente los vecinos del entorno (principalmente de las calles Aprisco, Olivo, Cañerías y Soledad), contribuyó a extender la veneración del Santo en la ciudad y a institucionalizar y engrandecer la principal verbena que la localidad ha tenido en el último siglo.
La pequeña fiesta fue engrandeciéndose año tras año debido a la simpatía con que fue acogida por todo Puertollano. Es inexcusable reconocer la valiosa ayuda y protección que dispensó a estos actos el cura Arcipreste de la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, don José María Gómez, persona con enorme influencia en toda la ciudad.
La duración de las fiestas era de tres días, uniéndose al fin de semana más cercano. Preparadas las fiestas, el día de la víspera de San Antonio se levantaba en la fachada de la casa de "Josito" un altar (que ha quedado fijo desde 1973 en su actual casa de la calle Cañería), donde las flores y la luz rinden pleitesía al Santo.
Ese mismo día a la diez de la mañana, en la ermita de la Soledad (también tuvo lugar en la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción y en la Iglesia de la Cruz Roja) se celebraba una Misa, a la que debían asistir las asociadas a la "Hermandad de Santa Lucía" (las modistillas), denominada desde finales de los años cincuenta "Hermandad de Santa Lucía y San Antonio de Padua", por haberlo acordado así en una reunión previa.
Después tenía lugar la procesión con San Antonio llevado a hombros por los feligreses por el siguiente itinerario: partía de la Ermita de la Soledad y continuaba por las calles Aprisco, Córdoba, Vía Crucis, Ricardo Cabañero, Aduana, Plaza Pública, Tercia y Cañerías para volver al lugar de origen. A la procesión acudían las jóvenes ataviadas con pañuelos blancos y flores que ofrecían al Santo, por ser el Patrón de las novias. Terminada la procesión se podía venerar la imagen en su altar, que estaba en casa de los hermanos Aguilar.
A pesar de los recelos y la incomprensión de algunos "puristas" (siempre existen) que estimaban "poco respeto" en los actos religiosos que se celebraban, la fiesta fue creciendo y para demostrar lo erróneo de esos juicios, el Obispo, Don Juan Hervás Benet, acompañado de Don José María Gómez y las autoridades locales, estuvo presente en la misa, la procesión y la comida dada a los pobres el 13 de Junio de 1960.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Veo que de reportera a Historiadora....... te queda sólo un paso, jejejejee.
Si esque estás en todoooooooooo.