CIUDAD DE LAS ANTORCHAS
Unánime la luz, clamor del día
sin concierto de gallos sucesivos.
Avanza la jornada, el paisaje se ondula
como río de pájaros azules.
Confines de la Mancha, reclinada
sobre cerros y alcores por la ruta
cabal y cervantina,
por camino de Al-ändalus que alumbra
su mirada a los mundos de otros mares.
La ciudad industrial se yergue sobria
como sonoro río de promesas
entre cerros de rostro verde y ocre:
al naciente Santa Ana,
su espalda coronada por el símbolo
de chimenea "Cuadrá",
serpeando su falda la culebra de asfalto
por cuyos lomos cárdenos cabalgan
jadeantes cisternas.
Al poniente otro cerro va ciñendo tu talle,
San Sebastián de arcilla dolorida
componiendo tu nombre de verdades:
"Puertollano" entre cerros de esta Mancha
de luz multiplicada, poesía
germinando en lo alto de una espera
sobre la soledad del campo herido.
Perfilan tus contornos barriadas periféricas
y en el centro paseo San Gregorio:
jardines primorosos,
árboles que son liras,
troncos donde dibujan corazones
los primeros idilios de la tarde.
Ya no quedan vestigios de casas solariegas
que la especulación ha derribado:
la calle de la Tercia ya ha perdido
aquel sabor añejo de posada y tratantes.
Jóvene, muchos jóvenes
con libros bajo el brazo,
abejas que visitan rosas castas,
jubilados al sol de primavera,
parados que apulañan su esperanza,
y el domingo la banda que dsgrana
las notas de un alegre pasodoble.
Aún quedan en tu espalda cicatrices
de cruenta minería,
osamenta de viejos montacargas
en la boca de pozos desahuciados,
profundas galerias, aullidos de la tierra
que sepultó en su entraña
el valor indomable de unos hombres
de agallas y de machos en su sitio,
míticos superhombres del arrojo,
cual novios de la muerte que arrancaron
el carbón desde el vientre de la tierra.
Cuánto sudor vertido para darte
el feliz sobrenombre de ser Faro Industrial.
Nos urge desde ahora una respuesta
y un salmo de esperanza para todos.
Luis García Pérez
Unánime la luz, clamor del día
sin concierto de gallos sucesivos.
Avanza la jornada, el paisaje se ondula
como río de pájaros azules.
Confines de la Mancha, reclinada
sobre cerros y alcores por la ruta
cabal y cervantina,
por camino de Al-ändalus que alumbra
su mirada a los mundos de otros mares.
La ciudad industrial se yergue sobria
como sonoro río de promesas
entre cerros de rostro verde y ocre:
al naciente Santa Ana,
su espalda coronada por el símbolo
de chimenea "Cuadrá",
serpeando su falda la culebra de asfalto
por cuyos lomos cárdenos cabalgan
jadeantes cisternas.
Al poniente otro cerro va ciñendo tu talle,
San Sebastián de arcilla dolorida
componiendo tu nombre de verdades:
"Puertollano" entre cerros de esta Mancha
de luz multiplicada, poesía
germinando en lo alto de una espera
sobre la soledad del campo herido.
Perfilan tus contornos barriadas periféricas
y en el centro paseo San Gregorio:
jardines primorosos,
árboles que son liras,
troncos donde dibujan corazones
los primeros idilios de la tarde.
Ya no quedan vestigios de casas solariegas
que la especulación ha derribado:
la calle de la Tercia ya ha perdido
aquel sabor añejo de posada y tratantes.
Jóvene, muchos jóvenes
con libros bajo el brazo,
abejas que visitan rosas castas,
jubilados al sol de primavera,
parados que apulañan su esperanza,
y el domingo la banda que dsgrana
las notas de un alegre pasodoble.
Aún quedan en tu espalda cicatrices
de cruenta minería,
osamenta de viejos montacargas
en la boca de pozos desahuciados,
profundas galerias, aullidos de la tierra
que sepultó en su entraña
el valor indomable de unos hombres
de agallas y de machos en su sitio,
míticos superhombres del arrojo,
cual novios de la muerte que arrancaron
el carbón desde el vientre de la tierra.
Cuánto sudor vertido para darte
el feliz sobrenombre de ser Faro Industrial.
Nos urge desde ahora una respuesta
y un salmo de esperanza para todos.
Luis García Pérez
