Sobre la playa, temblabas: temblabas como las ojas de los árboles hoy tiemblan con el viento. Ensayábamos: bebíamos amor. El mar entonaba cantos de amor... y quisimos penetrar en sus mas hondas regiones. En lo alto de la montaña unas nubes amenazaban tormenta. Tu te cobijabas en mis brazos...
Me desvelaron: me arañaron. Me robaron muchas horas de caricias, pensaba el los días que siguieron al encuentro. El barco me llevaba al otro continente: una noche en la cubierta- fría noche- en la que mis labios aún sentían el calor de tus besos. Me llevaban al otro lado. El mar me parecía feo y oscuro... lo olvide cuando pensara, como la tormenta impidió que transitara tu cuerpo, hasta las mas ocultas regiones. Al final... otro continente, áspera tierra salpicada de dunas en las que primero te recordé co angustia, luego en caminar, bajo el sol abrasador y la arena que me quemaba los pies... motivaron que poco a poco se enfriara la escena.
Un día reapareciste. Alguien me dijo: V... se ha casado. No recuerdo si me alegré, si se que recordé tu sonrisa y tu voz mimosa y acariciadora. Creo dijiste: "Solo lo querré a él": Sufrí porque yo no podía quererte... y solo quise recordarte en lo mejor que me diste... Tu hermosa desnudez sobre la arena y nada mas. Hoy recordando tu reacción cuando estalló la tormenta, me alegro mientra recuerdo las palabras que acompañaron, allí en la gruta, empapada de sudor y de lluvia, mientras te vestías: "No se cuando volverás, ni tan siquiera, se si volverás algún día, se que recordaré esta tarde..."
Me retumban los gritos de las gaviotas, que tal vez se burlaban de nuestras caricias... cuando tu aliento me abrasaba, cuando tu boca buscaba mi boca y de el mar se me antojaba escuchar el tañido de mil arpas y mucica de caracolas.
Hoy, vengo a detenerme en aquella tarde calurosa. En la tormenta que siguió, en nuestro juego inventado que consistía en que aquel que mas conchas reuniera, mas besos estaba obligado, hacia el otro. Nos perseguimos en la playa, nos encontramos, en abrazos que se prolongaron uno tras otro, hasta caer abrazados rendidos y sudorosos... Unas gotas gruesas y fías, deshicieron el encanto: corrimos hasta el acantilado: allí permanecimos acurrucados. ¿tienes frío?, te ofrecí mi ropa...! Vamos!- te grité-
Las olas estaban borrando la playa, ya lamían el acantilado. Corrimos hasta el final, y em papados de lluvia, vimos como las olas se estrellaban sobre el acantilado. Me abrazaste asustada. Acaricie ti cabello mojado. Te sentí tan niña...
El resto ya lo sabes. El destino nos robó tal vez mucas cosas.
MONEDERO.
Me desvelaron: me arañaron. Me robaron muchas horas de caricias, pensaba el los días que siguieron al encuentro. El barco me llevaba al otro continente: una noche en la cubierta- fría noche- en la que mis labios aún sentían el calor de tus besos. Me llevaban al otro lado. El mar me parecía feo y oscuro... lo olvide cuando pensara, como la tormenta impidió que transitara tu cuerpo, hasta las mas ocultas regiones. Al final... otro continente, áspera tierra salpicada de dunas en las que primero te recordé co angustia, luego en caminar, bajo el sol abrasador y la arena que me quemaba los pies... motivaron que poco a poco se enfriara la escena.
Un día reapareciste. Alguien me dijo: V... se ha casado. No recuerdo si me alegré, si se que recordé tu sonrisa y tu voz mimosa y acariciadora. Creo dijiste: "Solo lo querré a él": Sufrí porque yo no podía quererte... y solo quise recordarte en lo mejor que me diste... Tu hermosa desnudez sobre la arena y nada mas. Hoy recordando tu reacción cuando estalló la tormenta, me alegro mientra recuerdo las palabras que acompañaron, allí en la gruta, empapada de sudor y de lluvia, mientras te vestías: "No se cuando volverás, ni tan siquiera, se si volverás algún día, se que recordaré esta tarde..."
Me retumban los gritos de las gaviotas, que tal vez se burlaban de nuestras caricias... cuando tu aliento me abrasaba, cuando tu boca buscaba mi boca y de el mar se me antojaba escuchar el tañido de mil arpas y mucica de caracolas.
Hoy, vengo a detenerme en aquella tarde calurosa. En la tormenta que siguió, en nuestro juego inventado que consistía en que aquel que mas conchas reuniera, mas besos estaba obligado, hacia el otro. Nos perseguimos en la playa, nos encontramos, en abrazos que se prolongaron uno tras otro, hasta caer abrazados rendidos y sudorosos... Unas gotas gruesas y fías, deshicieron el encanto: corrimos hasta el acantilado: allí permanecimos acurrucados. ¿tienes frío?, te ofrecí mi ropa...! Vamos!- te grité-
Las olas estaban borrando la playa, ya lamían el acantilado. Corrimos hasta el final, y em papados de lluvia, vimos como las olas se estrellaban sobre el acantilado. Me abrazaste asustada. Acaricie ti cabello mojado. Te sentí tan niña...
El resto ya lo sabes. El destino nos robó tal vez mucas cosas.
MONEDERO.