MI CALLE
Hoy me viene a la memoria algún recuerdo de un tiempo lejano, en aquella calle donde el destino quiso que viniera al mundo.
La tienda de Ventura, la carnicería de Golilla, había una droguería, cuyo nombre no recuerdo, si que eran dos hermanos, el bar de Esteban Linares, el cual también vendía pescado en el Mercado Municipal, frente al bar estaba la panadería con su horno de leña, allí iban nuestras madres a cocer los Mantecados y las Perrunillas, la casa de Alegría con sus caballerizas, el Estanco del Chisque hoy regentado por su nieto pequeño Pepito, la tienda de la Juanita, de frente la casa de Rafael el practicante, marido de la Paquita, con esta familia tengo una gran anécdota, que a la vez de triste fue alegre en su día, resulta que estando mi madre de parto, Paquita era la ayudante de la Comadrona, el resultado era que su padre estaba agonizando, ella iba y venia de una casa a la otra, pero justo cuando yo acababa de nacer, vinieron a decirle que su padre ya descansaba en paz, aquel día se inauguraba la feria de Mayo.
Siguiendo por la calle abajo teníamos, la tienda de la Mónica, muy buena carnicería, en la esquina opuesta cruzando la calle Córdoba, la tienda de la Elenita, mas abajo el bar de Eutropio, padre de Felipe el que pintaba las carteleras del cine Córdoba.
Por aquellos tiempos, la calle estaba de tierra, con un reguero en la parte central, el cual me recuerda ahora cuando veo ciertas imágenes en televisión, luego llego la acometida del agua y el saneamiento, pero nosotros seguíamos jugando en ella sin preocuparnos de nada, en aquellos entonces no había riesgo por los coches ni cosas raras, solo algún trabajador con su bicicleta o como mis tíos y mi padre con sus motos, a veces pasaba por ella el carro con el carbón, a diario Enrique a llevarnos el pan con su mula, muchas veces me llevaba con el hasta la Barriada de San Francisco, luego a la vuelta me dejaba en casa.
Aquella calle la llevo gravada y guardada, pero están donde nada ni nadie me la pueden arrebatar ni borra, la siento mía, aunque luego me criara lejos de ella y de otras cosas más de mí querido y adorado pueblo.
Estoy orgulloso de ser Cubero, Puertollanero y de haber nacido en la Calle de los Calveros.
Hoy me viene a la memoria algún recuerdo de un tiempo lejano, en aquella calle donde el destino quiso que viniera al mundo.
La tienda de Ventura, la carnicería de Golilla, había una droguería, cuyo nombre no recuerdo, si que eran dos hermanos, el bar de Esteban Linares, el cual también vendía pescado en el Mercado Municipal, frente al bar estaba la panadería con su horno de leña, allí iban nuestras madres a cocer los Mantecados y las Perrunillas, la casa de Alegría con sus caballerizas, el Estanco del Chisque hoy regentado por su nieto pequeño Pepito, la tienda de la Juanita, de frente la casa de Rafael el practicante, marido de la Paquita, con esta familia tengo una gran anécdota, que a la vez de triste fue alegre en su día, resulta que estando mi madre de parto, Paquita era la ayudante de la Comadrona, el resultado era que su padre estaba agonizando, ella iba y venia de una casa a la otra, pero justo cuando yo acababa de nacer, vinieron a decirle que su padre ya descansaba en paz, aquel día se inauguraba la feria de Mayo.
Siguiendo por la calle abajo teníamos, la tienda de la Mónica, muy buena carnicería, en la esquina opuesta cruzando la calle Córdoba, la tienda de la Elenita, mas abajo el bar de Eutropio, padre de Felipe el que pintaba las carteleras del cine Córdoba.
Por aquellos tiempos, la calle estaba de tierra, con un reguero en la parte central, el cual me recuerda ahora cuando veo ciertas imágenes en televisión, luego llego la acometida del agua y el saneamiento, pero nosotros seguíamos jugando en ella sin preocuparnos de nada, en aquellos entonces no había riesgo por los coches ni cosas raras, solo algún trabajador con su bicicleta o como mis tíos y mi padre con sus motos, a veces pasaba por ella el carro con el carbón, a diario Enrique a llevarnos el pan con su mula, muchas veces me llevaba con el hasta la Barriada de San Francisco, luego a la vuelta me dejaba en casa.
Aquella calle la llevo gravada y guardada, pero están donde nada ni nadie me la pueden arrebatar ni borra, la siento mía, aunque luego me criara lejos de ella y de otras cosas más de mí querido y adorado pueblo.
Estoy orgulloso de ser Cubero, Puertollanero y de haber nacido en la Calle de los Calveros.