RUMORES DE ALBAS
Portaban la ilusión e su hatada.
Llegaron de las minas y los campos
con tesón; en el sudor y la palabra.
vinieron de los fríos mas amargos
caminando por mil rosas deshojadas:
Vinieron decididos, y, llegaron.
Preguntadme si queréis de que campo
vengo y que me muerde en profundas dentelladas,
cual es el peso que me agobia y que hatada
porta las palabras de alivio que reclamo.
Preguntad si temor hoy a mis canas...
y porque en mi soledad estoy llorando.
Preguntadme jóvenes, cual es mi caso
y os invito a mis tierras mal labradas.
Y os muestro las canciones de mi azada.
cultivando por el viento frío: helado.
Os ivito a mi surco; a mi sembrado.
A la espiga mas hermosa y bien granada.
A sudores de pan donde resbala
la tristeza y la hondura de mi llanto..
Os invito a lo hondo de la mina,
goteando de mil penas... goteando.
Os invito a la soledad que me camina
y asirme a el calor de vuestra mano;
asomado a la ventana de mi vida.
para que palpes, mis rincones solitarios...
y de cerca, sientas; cuanta carga
en mi atada y que peso tan pesado.
Y que palpes la curvatura de mi espalda
Y que sientas mi dolor en tu costado.
J. MONEDERO
De la revista: EL ECO DE LOS MAYORES.
Portaban la ilusión e su hatada.
Llegaron de las minas y los campos
con tesón; en el sudor y la palabra.
vinieron de los fríos mas amargos
caminando por mil rosas deshojadas:
Vinieron decididos, y, llegaron.
Preguntadme si queréis de que campo
vengo y que me muerde en profundas dentelladas,
cual es el peso que me agobia y que hatada
porta las palabras de alivio que reclamo.
Preguntad si temor hoy a mis canas...
y porque en mi soledad estoy llorando.
Preguntadme jóvenes, cual es mi caso
y os invito a mis tierras mal labradas.
Y os muestro las canciones de mi azada.
cultivando por el viento frío: helado.
Os ivito a mi surco; a mi sembrado.
A la espiga mas hermosa y bien granada.
A sudores de pan donde resbala
la tristeza y la hondura de mi llanto..
Os invito a lo hondo de la mina,
goteando de mil penas... goteando.
Os invito a la soledad que me camina
y asirme a el calor de vuestra mano;
asomado a la ventana de mi vida.
para que palpes, mis rincones solitarios...
y de cerca, sientas; cuanta carga
en mi atada y que peso tan pesado.
Y que palpes la curvatura de mi espalda
Y que sientas mi dolor en tu costado.
J. MONEDERO
De la revista: EL ECO DE LOS MAYORES.