Que triste me sentí, dentro del
cementerio que construyó la empresa Peñarroya, para el
pueblo minero ubicado en el corazón del
valle de
Solanilla del Tamaral. Los
cipreses tan lugubres, misteriosos, de significado profundo, que permanecen inalterables al tiempo. Todo lo que representó en su día, sumido en un silencio y abandono, lleno de misterio y muerte. Tan solo algunas lápidas, que sobresalen y apenas perceptibles por el
monte crecido, un abandono de sus muertos, en un cementerio sin vida, una
historia apenas recordada, un cementerio, triste y abandonado y unas escasas tumbas con inscripciones simples: Al niño de siete meses, tus padres, que no te olvidan.