Su ilusión por sus cabrillas era latente. Recuerdo sus observaciones diarias con los prismáticos desde la localidad. Como se desplazaba todos los días a atenderlas, vigilarlas y echarles de
comer. Frasquete lo vivia y disfrutaba, ahora que ya no está entre nosotros, algo muy triste nos embarga a todos los que le conocíamos y es seguro que ese sentimiento de falta, habrá sido notado por sus animales. Para mí, que visitaba el lugar para realizar
fotografías, cada vez que me aproxime, la ausencia de él y sus animales, provocará nostalgia y desazón interior, pero la vida es un proceso y debe continuar, lo pasado aunque nos sea hermoso, tan solo vive en nuestro corazón.