Como todos los días Enrique, se dirigía con su bestia y atabios a realizar la faena, pero su gesto y sonrisa hablan por si solo de su buen carácter. La fotografía, muestra esta peculariedad, que era latente en los rostros de la mayoría a pesar de la tarea árdua que se les avecinaba, en el día a día.

A muchos de vosotros es seguro que esta fotografía os traera recuerdos inolvidables, en vuestro corazón sentireís la necesidad de recordar los viejos tiempos. Las matanzas, las partidas de truque y dominó, las tertulias en el cantón de la plaza y esa armonía familiar y disposición de unos con los otros. Hoy todo es diferente, pero en nuestro fuero interno aún aviva la llama de la esperanza, almenos cuando recordamos esos bonitos momentos.