Siempre me he sentido atraido por las historias urbanas, que se cuentan por los mayores y pasan pos tradicción de padres a hijos. En este motículo, llamado por los lugareños "El Castillón del moro", se nos contaba, que había escondido un tesoro y nosotros los jovenes nos ilusionabamos y aceptabamos esa versión como una posible realidad. En ese afán de investigación, subimos a la cima y disfrutamos de todo el entorno, pero del tesoro, nada de nada, una odisea de difícil realización. El lugar representa un posible asentamiento de la época del bronce, con paredes de piedra montadas unas sobre otras, para formar habitáculos. Es posible que en periodo islámico fuese reutilizado, pero no hay grandes evidencias que así lo demuestren. Si es cierto, que esas historias bien contadas y adornadas, resultan atractivan y son un incetivo que te mueve a investigar y a reconocer mejor el lugar. Luego, bien venida sean, son parte de una cultura popular, que da vida y calor, a estos parajes de una belleza que impresiona.