Estimado Juan: He tenido ocasión recientemente de leer algunos artículos que has escrito en el Foro de El Hoyo, con el magisterio, la humildad, la educación y la sapiencia que siempre llevas por bandera, y no tengo por menos que hablar ante el cúmulo de barbaridades, incoherencias, impropelios y desbarajustes semánticos con los que nuestros queridos vecinos del sur te han respondido, en tono burlón, casi chulesco yo diría, y, en mi modesta opinión, con una clara falta de respeto hacia tu persona, y hacia tus ideas.
Cierto es que juego con ventaja, yo si te conozco, y ellos no, yo sigo tu trayectoria desde hace muchos años ya, y siempre tengo presente los ratos que he tenido la suerte de disfrutar en tu compañía, y maldigo una y otra vez aquellos que por uno u otra razón no he tenido más remedio que perderme, aunque te he seguido en la distancia, y también en el tiempo.
Ya quisieramos muchos, ya, exponer nuestras ideas con la claridad con que tu lo haces, haber direccionado las mismas desde hace mucho tiempo hacia el conocimiento y el respeto, hacia la sabiduría y hacia la divulgación compartida sin afanes ni contrapartidas. Desde siempre has vivido tus días con honor, lealtad y honestidad, eres un ejemplo a seguir, y seguramente, generaciones y generaciones venideras ocuparán tus aficiones, tus espacios, tus tiempos, y no saldrá un segundo Juan que haya conseguido la admiración y respeto que muchos te profesamos, aunque no tengamos suficientes ocasiones para expresartelo de una forma o de otra.
Por lo anterior, cuando leo que intentan colocarte atributos del tipo radical, extremista, que te crees superior a los demás, distinto, y adjetivos de igual clase, no tengo por menos que sorprenderme y llevarme las manos a la cabeza, y no dejo de pensar si precisamente esa desaparacion fulminante de los valores que antes formaban parte del seno de esta sociedad, es lo que nos lleva inevitablemente al precipicio.
Al mismo tiempo admiro tu capacidad de no entrar en bregas inútiles, nuevamente espejo de muchos, y no tengo por menos que despojarme de mi sombrero (aunque sea simbólico) y rendirte pleitesía, por la excelsa gala de humildad que muestras una vez más en cada una de tus intervenciones.
Respeto todas las opiniones, aunque me parezcan tan injustas como aquellas a las que hago referencia, pero, aunque nuestros vecinos del sur te aconsejan que cambies de sabios, yo te animo a que nunca olvides, al menos en parte, las enseñanzas de la Biblia en general, y en particular aquella que nos invita a personar a los demás, porque no saben lo que hacen. Pues eso digo yo!
Cierto es que juego con ventaja, yo si te conozco, y ellos no, yo sigo tu trayectoria desde hace muchos años ya, y siempre tengo presente los ratos que he tenido la suerte de disfrutar en tu compañía, y maldigo una y otra vez aquellos que por uno u otra razón no he tenido más remedio que perderme, aunque te he seguido en la distancia, y también en el tiempo.
Ya quisieramos muchos, ya, exponer nuestras ideas con la claridad con que tu lo haces, haber direccionado las mismas desde hace mucho tiempo hacia el conocimiento y el respeto, hacia la sabiduría y hacia la divulgación compartida sin afanes ni contrapartidas. Desde siempre has vivido tus días con honor, lealtad y honestidad, eres un ejemplo a seguir, y seguramente, generaciones y generaciones venideras ocuparán tus aficiones, tus espacios, tus tiempos, y no saldrá un segundo Juan que haya conseguido la admiración y respeto que muchos te profesamos, aunque no tengamos suficientes ocasiones para expresartelo de una forma o de otra.
Por lo anterior, cuando leo que intentan colocarte atributos del tipo radical, extremista, que te crees superior a los demás, distinto, y adjetivos de igual clase, no tengo por menos que sorprenderme y llevarme las manos a la cabeza, y no dejo de pensar si precisamente esa desaparacion fulminante de los valores que antes formaban parte del seno de esta sociedad, es lo que nos lleva inevitablemente al precipicio.
Al mismo tiempo admiro tu capacidad de no entrar en bregas inútiles, nuevamente espejo de muchos, y no tengo por menos que despojarme de mi sombrero (aunque sea simbólico) y rendirte pleitesía, por la excelsa gala de humildad que muestras una vez más en cada una de tus intervenciones.
Respeto todas las opiniones, aunque me parezcan tan injustas como aquellas a las que hago referencia, pero, aunque nuestros vecinos del sur te aconsejan que cambies de sabios, yo te animo a que nunca olvides, al menos en parte, las enseñanzas de la Biblia en general, y en particular aquella que nos invita a personar a los demás, porque no saben lo que hacen. Pues eso digo yo!
