El niño Bajo El Gabán (RELATO DE TERROR)
Faltaba poco para que cerraran las tiendas, cuando Alice se dió cuenta que necesita pan y fiambres,
Se puso la chaqueta a toda prisa y salió de casa.
Al doblar una esquina estuvo a punto de chocar con un niño que saltaba sobre las losas de la acera.
Se apartó enfadada y le dijo:
-¡Ten mas cuidado!
El niño la miró con una extraña sonrisa. Su rostro tenía un color ceniciento y bajo los ojos se perfilaban dos sombras oscuras. Llevaba un sucio gabán rojo con una enorme capucha con la que se cubría la cabeza.
Entonces, comezó de nuevo a saltar y en ese momento Alice descubrió que estaba descalzo; ¡descalzo en octubre!
-¿No tienes zapatos?-le preguntó.
El niño no respondió, solo sonrió.
-¿Tienes zapatos o no?-gritó Alice.
-¿Usted se preocupa por mi?-preguntó el niño mirándola con atención.
Un escalofrío recorrío la espalda de Alice.
-Ahora tengo que irme-dijo ella-. Las tiendas van a cerrar.
-Pero...usted se ha preocupado por mi, eso quiere decir que no va a abandonarme a mi suerte.
-¿Qué...?-dijo Alice sonriendo.-Yo no puedo abandonarte por la sencilla razón de que no te conozco de nada.
-Pero ahora si nos conocemos-respondió el niño-. Y por eso deberías llevarme a tu casa.
Su descaro la dejó un momento sin habla. Luego exclamó:
-¡Vete con tus padres!
-¡Yo no tengo padres!-dijo el niño agarrándola del brazo.
Alice lo empujó y retornó su camino con pasos rápidos y sin volver la cabeza.
Sólo cuando llegó a la panadería miró hacia atrás.
Entonces vió al niño tumbado en la acera.
En aquel momento se arrepintió de haberle empujado y corrió hacia él llena de remordimientos.
El niño yacía ante ella como una flor roja, marchita, envuelto en su gabán.
Llena de inquietud preguntó:
-¿Estás herido?
No respondió
-¡Levántate!, Si quieres puedes venir a mi casa a tomar una taza de cacao.
Como seguía sin decir nada, Alice levantó el gabán y...¡No había nada debajo!
En ese momento salió una mujer de la tienda de enfrente.
-¿Es usted pariente suya?-la preguntó.
-¿Pariente? ¿De quién?
-¡Del niño al que acaban de atropellar hace una hora! Ese gabán es suyo. Seguro que querrá llevarselo.
Alice se quedó como atontada, cogió el gabán y salió corriendo a casa.
Faltaba poco para que cerraran las tiendas, cuando Alice se dió cuenta que necesita pan y fiambres,
Se puso la chaqueta a toda prisa y salió de casa.
Al doblar una esquina estuvo a punto de chocar con un niño que saltaba sobre las losas de la acera.
Se apartó enfadada y le dijo:
-¡Ten mas cuidado!
El niño la miró con una extraña sonrisa. Su rostro tenía un color ceniciento y bajo los ojos se perfilaban dos sombras oscuras. Llevaba un sucio gabán rojo con una enorme capucha con la que se cubría la cabeza.
Entonces, comezó de nuevo a saltar y en ese momento Alice descubrió que estaba descalzo; ¡descalzo en octubre!
-¿No tienes zapatos?-le preguntó.
El niño no respondió, solo sonrió.
-¿Tienes zapatos o no?-gritó Alice.
-¿Usted se preocupa por mi?-preguntó el niño mirándola con atención.
Un escalofrío recorrío la espalda de Alice.
-Ahora tengo que irme-dijo ella-. Las tiendas van a cerrar.
-Pero...usted se ha preocupado por mi, eso quiere decir que no va a abandonarme a mi suerte.
-¿Qué...?-dijo Alice sonriendo.-Yo no puedo abandonarte por la sencilla razón de que no te conozco de nada.
-Pero ahora si nos conocemos-respondió el niño-. Y por eso deberías llevarme a tu casa.
Su descaro la dejó un momento sin habla. Luego exclamó:
-¡Vete con tus padres!
-¡Yo no tengo padres!-dijo el niño agarrándola del brazo.
Alice lo empujó y retornó su camino con pasos rápidos y sin volver la cabeza.
Sólo cuando llegó a la panadería miró hacia atrás.
Entonces vió al niño tumbado en la acera.
En aquel momento se arrepintió de haberle empujado y corrió hacia él llena de remordimientos.
El niño yacía ante ella como una flor roja, marchita, envuelto en su gabán.
Llena de inquietud preguntó:
-¿Estás herido?
No respondió
-¡Levántate!, Si quieres puedes venir a mi casa a tomar una taza de cacao.
Como seguía sin decir nada, Alice levantó el gabán y...¡No había nada debajo!
En ese momento salió una mujer de la tienda de enfrente.
-¿Es usted pariente suya?-la preguntó.
-¿Pariente? ¿De quién?
-¡Del niño al que acaban de atropellar hace una hora! Ese gabán es suyo. Seguro que querrá llevarselo.
Alice se quedó como atontada, cogió el gabán y salió corriendo a casa.