Bastantes noche he dormido en el adarve de la Torre del Homenaje y he soñado despierto con Jorge Manrique (nunca se supo como era físicamente). Y lo he visto llegar galopando hasta el castillo encabezando a sus huestes; galopando sobre nebulosas de infinitos colores , en silencio, como si de dioses callados se tratase. En aquellos momentos, sí, yo hubiese dado momentos de mi vida por conocer a Jorge, por haber hablado con Jorge Manrique, el Comendador de Montizón. Y lo juro, no pude impedir que unas acibaradas lágrimas se deslizasen por mis mejillas. Jorge Manrique y su Castillo de Montizón me acercaron a Belmontejo de la Sierra, y allí, en el Villamanrique de ahora, he cuajado grandes y eternas amistades de las que me siento absolutamente honrado.