Uno de esos monumentos gastronómicos que merecen seguir alegrando paladares es los DUELOS Y QUEBRANTOS. Quizá sea más importante la sonoridad del nombre que el propio plato, pero es de larga tradición. En el Quijote era plato que no rompía la abstinencia de carne selecta que en el reino de Castilla se observaba los sábados, según nota de Francisco Rico en la última edición del Quijote. En Calderón de la Barca, el autor de La Vida es Sueño, se encuentra una referencia a este plato que confirma el nombre de estos huevos revueltos con torreznos.