A ver si nos enteramos de que la Iglesia no tiene un cocodrilo, sino un caimán y bastante cambiado, por cierto. Tras una restauración de dudoso gusto, el caimán (que antes daba verdadero pavor) da lástima y risa, pues parece de goma. No cabe duda que el alcalde de turno se embolsó una buena comisión por dejar a un papanatas hacer "su obra". José L. Caballero.