De origen árabe, dependió inicialmente la fortaleza del emirato de
Córdoba. Tras la descomposición del califato cordobés y la formación de los reinos taifas, se subordinó al de
Toledo. Durante su permanencia en poder de los musulmanes sirvió de bastión defensivo en sus pugnas internas. En 1184, Fernán Martínez de Ceballos, capitán de las tropas de Alfonso VIII, asedió la fortaleza durante nueve meses y la ganó finalmente para su rey el día de
san Andrés. Se vio recompensado con el privilegio de tomar el nombre de la villa por apellido, cosa que hizo, pasando a llamarse Martínez de
Alarcón y dando con ello origen a este nuevo linaje.
A partir de entonces, el
castillo de Alarcón mereció la atención de los sucesivos reyes de Castilla que lo engrandecieron y reforzaron