Para el sábado antes de resurrección, antiguamente los quintos cortaban un par de
pinos, mientras el resto del
pueblo les acompañaba entre una gran
fiesta. Posteriormente, los quintos también vestían al Judas durante la madrugada y lo colgaban de un palo en la
Plaza del pueblo, y el domingo después de misa y de la
procesión, uno de los quintos subía el palo y prendía fuego al Judas delante de todo el mundo. Ahora, son los jóvenes que cumplen 18 años ese año quienes se encargan de mantener viva esta
tradición. Por lo demás es un pueblo de gente tranquila y sosegada dedicada principalmente a la
agricultura.