OFERTA LUZ: 5 Cts/kWh

ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Preparados para comer
Foto enviada por Qnk

Aunque estaba permitida la poligamia, la mayoría de los egipcios se contentaban con tener una sola esposa, puesto que el matrimonio resultaba caro. Normalmente se celebraba entre personas de la misma clase social, pero ni la raza ni la nacionalidad parecen haber constituido un obstáculo. No era algo inusual que una egipcia del norte se casara con un nubio, por ejemplo, aunque también topamos con el recelo hacia los forasteros: “Desconfía de una mujer que sea desconocida en tu pueblo. No la mires ... (ver texto completo)
Si eres sabio, mantén tu casa, ama a tu mujer, aliméntala apropiadamente, vístela bien. Acaríciala y cumple sus deseos. No seas brutal, obtendrás más de ella por la consideración que por la violencia: si la empujas, la casa va al agua. Ábrele tus brazos, llámala; demuéstrale tu amor”. (Palabras del escriba Ani, Imperio Nuevo).
Al casarse, la mujer conservaba su nombre, añadiendo al mismo las palabras “esposa de X”. Mantenía, además, su independencia, y podía tener su propio negocio o colaborar en el de su esposo, o bien dedicarse a un buen número de oficios.
“Mi hermano atormenta mi corazón con su voz, hace que la enfermedad se apodere de mí; es vecino de la casa de mi madre y no puedo llegar hasta él”.
Una de las palabras más cariñosas que podían dedicarse dos enamorados era “hermano” o “hermana”. Esto llevó a muchos estudiosos a asumir, equivocadamente, que la mayoría de los antiguos egipcios se casaban con sus hermanos, cuando en realidad tales matrimonios, o aquellos entre padres e hijas, tenían lugar casi exclusivamente entre la realeza. La gente común sí podía casarse con otros parientes no tan cercanos, como era el caso de hermanastros, primos o incluso tío y sobrina. La mayor concentración ... (ver texto completo)
La novia solía tener unos 14 o 15 años, y el novio entre 17 y 20, a menos que fuera divorciado o viudo, pero no eran frecuentes los matrimonios entre personas con mucha diferencia de edad, excepto entre la realeza y por motivos dinásticos.
La esposa era conducida a la casa del esposo, en una procesión con música y cánticos. Se arrojaba grano a su paso, símbolo de fertilidad. Había un banquete en el que se preparaban varias clases de carne, y los invitados se divertían durante toda la noche. Por la mañana, la madre de la recién casada y sus hermanas, la visitaban y le ofrecían alimento y regalos, que ella retribuía con dulces y frutas. Muchas de esas viejas tradiciones perduran aún en suelo egipcio.
Al atardecer tenía lugar la fiesta con música, baile, comida y bebida. No faltaba el ajo y el tomillo, puesto que se creía que mantenían alejados a los malos espíritus. Para confundirlos, las amigas de la novia vestían ropas similares a ella.
Se firmaba el contrato matrimonial y un sacerdote lo registraba en el templo, con la asistencia de la pareja y de la mayoría de sus familiares y amigos. Pero no se celebraba una ceremonia de ningún tipo, ni siquiera religiosa, pues el matrimonio egipcio no estaba basado en la religión. Bastaba con comenzar a vivir juntos para considerarse casados.
El día de la boda la esposa vestía una túnica larga hasta el suelo, más lujosa que la de la noche anterior, con bordados en oro, mientras que el novio lucía una corta, también generalmente de color azul. Solo las clases más altas se casaban de blanco.
Cuando la casa en la que residirían los recién casados se encontraba al fin dispuesta para recibirlos, las dos familias fijaban fecha para la fiesta de la boda. El día señalado la novia trasladaba sus pertenencias a su nuevo hogar. Solía llevar una túnica de algodón rosa o azul, el color de la eternidad, durante su fiesta de compromiso, celebrada la noche anterior. Las mujeres del entorno del novio acudían a visitarla en su casa y la adornaban con tatuajes de alheña y pintura corporal. Los hombres, ... (ver texto completo)
Un típico contrato matrimonial contenía la fecha, es decir, el año de reinado del monarca gobernante; los contratantes, futuros esposos; los nombres de los padres de ambos; la profesión del esposo, mientras que la de la mujer rara vez era mencionada; el escriba que redactaba el contrato y los nombres de los testigos. Una vez concluido, el documento era entregado a una tercera persona para su custodia, o bien se guardaba entre los registros del templo local.
Las mujeres jugaban un papel muy importante a la hora de concertar un matrimonio: normalmente se elegía a una mujer para que hiciera una primera aproximación a la madre de la novia, no al padre, aunque después fuera este quien cerraba el contrato.
Tampoco faltaba nunca un anillo, entregado antes o después de la boda. El anillo tiene forma circular, símbolo de la eternidad. Los primeros eran muy sencillos, y se elaboraban trenzando cáñamo.
La tradición señalaba que los padres del joven pretendiente debían visitar la casa de la novia para recabar la aceptación de la familia y alcanzar un acuerdo que se centraba en dos puntos principales: una suma de dinero, llamada Mahr, que se pagaba a la novia para ayudarla a preparar los muebles, y un valioso regalo consistente en una joya que el novio entregaba a su prometida en prueba de su estima y en compensación por la virginidad que ella perdería, y que era muy valorada. Esto no era aplicable ... (ver texto completo)