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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Níscalos y más níscalos
Foto enviada por Qnk

final del día, el árbol estaba pelado.

Una de las madres, la señora Blanco, llevó a sus trillizos y consiguió zapatos para los tres. AI llegar a casa, se los mostró a su marido y le dijo:

-Los traje gratis, del árbol del señor Martín. Mira, la cáscara es dura como el cuero, pero por dentro son muy suaves. ¿No es estupendo?

El señor Blanco contempló detenidamente los pies de sus hijos.
Pronto todo el pueblo se enteró del asombroso árbol de los zapatos y muchas mujeres vinieron al jardín, con sus niños pequeños. Algunas alzaban a los bebés para poder calzarles los zapatos y ver si les iban bien. Otras los levantaban cabeza abajo para medir la fruta con sus pies. Juan y María recogieron las que sobraban y las colocaron sobre el césped, ordenándolas por pares. Las madres que habían llegado tarde se sentaron con sus niños. Juan y María iban de aquí para allá, probando las botas, hasta ... (ver texto completo)
Un día descubrieron un par que parecía justo el número de Pedrito. María las bajó y la señora Gómez se las puso a su hijo. Le quedaban muy bien y Pedrito comenzó a caminar por el jardín.

Juan y María se lo contaron a sus padres, y el señor Martín decidió que todos los que necesitaran botas para sus hijos podían venir a recogerlas del árbol.
-Pedrito ya es grande y necesitará botas -dijo la señora Gómez-, ¿Puedo acercarme a mirarlas?

-Claro que sí. Pase y véalas con sus propios ojos.

La señora Gómez se acercó, con el bebé en brazos. Lo puso junto al árbol, cabeza abajo. Juan y María acercaron un par de frutos a sus pies.

-Aún no están maduras -dijo Juan-Vuelva mañana para ver si han crecido un poco más.

La señora Gómez volvió al día siguiente, con su bebé, pero la fruta era aún demasiado pequeña. Al final de la semana, sin ... (ver texto completo)
Era una planta bastante interesante, así que la dejaron crecer, a pesar de que acabó por ahogar los retoños del cerezo caído. Crecía muy bien; a la primavera siguiente, era casi un arbolito. En otoño, aparecieron unos frutos grisáceos. Eran muy raros: estaban llenos de bultos y tenían una forma muy curiosa.

-Ese fruto me recuerda algo -dijo la señora Martín. Entonces se dio cuenta de lo que era-. ¡Parecen botas! ¡Sí, son como unos pares de botas colgadas de los talones!

- ¡Es verdad! Parecen ... (ver texto completo)
Bueno, si crece, tendremos bota asada para comer.

Y la enterró. Ya entrada la primavera, un viento fuerte derribó el cerezo y el señor Martín fue a recoger las ramas caídas. Vio que había una planta nueva en aquel lugar. Sin embargo, no la arrancó, porque quería ver qué era. Consultó todos sus libros de jardinería, pero no encontró nada que se le pareciera.

-Jamás vi una planta como ésta -les dijo a Juan y a María.
Mira, papá ha encontrado una bota vieja -dijo María.

- ¿Qué vas a hacer con ella? -quiso saber Juan.

-Se podría enterrar aquí mismo -sugirió el señor Martín-, Dicen que si se pone un zapato viejo debajo de un cerezo crece mucho mejor.

María se rió.

- ¿Qué es lo que crecerá? ¿La bota?
El arbol de los zapatos

Juan y María miraban a su padre que cavaba en el jardín. Era un trabajo muy pesado. Después de una gran palada, se incorporó, enjugándose la frente.
El día que más celebraban los persas era el de su propio cumpleaños. Para ello se organizaba un banquete a base de carne de buey, caballo, camello o asno asados al horno. "En sus comidas usan de pocos manjares de sustancia, pero sí de muchos postres, y no muy buenos. Por eso suelen decir los persas que los griegos se levantan de la mesa con hambre". Acompañaban las comidas con un exceso de vino, pero por embriagados que terminasen no estaba permitido orinar o vomitar en público. "Después de bien ... (ver texto completo)
Jolines con los persas, jejejje, toma nota Justi.
No solían enterrar ni incinerar los cadáveres para no corromper la tierra ni el fuego. Se los dejaba para ser devorados por las alimañas y los buitres.
Los hombres de alto rango mantenían favoritos, como Bagoas, favorito de Darío III y que después fue eromenos de Alejandro. Contrariamente a la opinión de Herodoto de que habían adoptado de los griegos la costumbre de mantener relaciones con muchachos, Plutarco afirma que los persas usaben chicos eunucos para tal fin desde mucho antes de que hubiera un contacto entre ambas culturas.
Los persas se saludaban con un beso en la boca si pertenecían a la misma clase social y con uno en la mejilla si había una pequeña diferencia. Si ésta era grande, entonces el inferior hincaba la rodilla en tierra y besaba la mano del otro.
El día que más celebraban los persas era el de su propio cumpleaños. Para ello se organizaba un banquete a base de carne de buey, caballo, camello o asno asados al horno. "En sus comidas usan de pocos manjares de sustancia, pero sí de muchos postres, y no muy buenos. Por eso suelen decir los persas que los griegos se levantan de la mesa con hambre". Acompañaban las comidas con un exceso de vino, pero por embriagados que terminasen no estaba permitido orinar o vomitar en público. "Después de bien ... (ver texto completo)
Los persas no erigían templos y estatuas a los dioses, porque creían que estos no tenían naturaleza humana, de modo que les parecía una tontería hacer esas cosas. Celebraban los sacrificios en un lugar considerado puro, pero sin utilizar altares. Un sacerdote o mago disponía los trozos de carne sacrificada y cantaba un himno que hablaba del origen de los dioses.
No orinan ni escupen en los ríos; tampoco se lavan las manos en ellos, ni permiten que lo hagan otros; al contrario, tienen por ellos una especial veneración.”

Heródoto