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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Mi taza y tetera
Foto enviada por Qnk

Al oír las duras palabras de su padre, la princesa se echó a llorar.
Las promesas obligan.
¡Pero espero y confío en que cumplirás tu palabra, hija mía!
La princesa, desesperada, miró a la rana, luego a su padre, y por fin otra vez a la rana.

—Me parece una promesa de lo más tonta —dijo enfadado el rey—.
— ¡Espérame! —gritó la rana, saltando de la mesa mientras la princesa corría hacia la puerta—. ¡Prometiste que me dejarías dormir sobre tu almohada!
La princesa bajó la mirada y guardó silencio. Tan pronto como pudo, se levantó de la mesa para ir a acostarse.
— ¡En tal caso, espero y confío en que cumplirás tu palabra, hija mía!
—Bueno, es posible.
La princesa se ruborizó y dijo:
— ¿Es eso cierto?
—No me ha invitado, pero me prometió que podría comer de su plato, hacerle compañía y ser amiga suya.
— ¿Has invitado a esta rana a cenar? —preguntó el rey.
— ¡Vete de aquí! Estás mojando la mesa —dijo irritada la princesa—. ¡Ugh, qué mal hueles!
— ¿Por qué no me esperaste? —preguntó la rana, ladeando la cabeza y parpadeando al resplandor de las lámparas.
Aquella noche, a la hora de la cena, la princesa se sirvió cumplidamente como postre un bizcocho con nata. Mas cuando fue a levantar la cuchara, oyó un ruido en la escalera; era como el eco de las pisadas de unos pequeños pies planos. ¡Era la rana verde! Dando un gran salto, aterrizó sobre la mesa junto al plato de la princesa.