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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Mi taza y tetera
Foto enviada por Qnk

Pero la princesa no la oyó. Ya se había olvidado del favor que le había hecho la rana.
— ¡Espérame! —dijo la rana, brincando tras ella—. ¡No puedo alcanzarte!
Luego limpió la pelota en la hierba y al poco rato volvía a lanzarla al aire mientras corría de regreso a palacio.
— ¡Ugh! Podrías haberla cogido con las patas.
La rana se sumergió en las aguas y regresó con la pelotita, sosteniéndola en su amplia boca verde. La princesa hizo una mueca de disgusto y tomó la pelota con sumo cuidado.
— ¡Sí, sí, jugaré contigo! ¡Te lo prometo! —exclamó la princesa— ¡Pero date prisa antes de que se hunda en el barro del fondo!
—Es muy solitaria la vida de una rana, sabes… —exclamó antes de sumergirse en el estanque.
— ¡Sí, sí, por favor!
La princesa aplaudió encantada y exclamó:
Si me prometes quedarte y hacerme compañía, jugar conmigo y dejar que coma de tu plato y duerma sobre tu almohada, me sumergiré en el estanque y la buscaré.
—No debes preocuparte —dijo la rana—
—He… he perdido mi pelota dorada -dijo, angustiada—. Se ha caído en el estanque y nunca la recuperaré.
Cuando alzó la vista, la princesa vio los ojos negros y saltones de una enorme rana que estaba sentada en la orilla del estanque. Tenía su abultado rostro muy cerca del suyo, y la princesa se echó hacia atrás.
—. Basta, preciosa, que vas a partirme el corazón con tu llanto.
— ¿Pero qué te sucede? —preguntó una extraña voz