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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

El gorro de Papa Noel
Foto enviada por Qnk

Metió primero un pie, luego el otro, se tapó la nariz y se lanzó hacia la oscuridad. Pero llevaba demasiada ropa. Resultaba demasiado grueso con tanta lana para poder deslizarse hasta la parrilla de la chimenea y entrar en la primera casa. Atascado a mitad del - ¡Nunca más! El año que viene vendré antes.
Papá Noel se encogió de hombros.

- ¿Y de qué otra manera voy a entrar en las casas? No querrás que llame a la puerta
Papá Noel se encogió de hombros.
Se detuvieron sobre un tejado, resbaladizo por el hielo. Rodolfo miró de reojo a Papá Noel, con toda su ropa, i -Oye, ¿no podrías prescindir de las chimeneas este año?
-Estoy de acuerdo, éste no es tiempo para andar viajando. Un reno se puede romper una pata.
Rodolfo removió las campanillas del trineo, que tiritaban de frío, y dijo:
-Jo, jo, jo, jo -soltó una carcajada, aunque no del todo exultante- El caso es que no puedo alegrarme con la Navidad de este año, Rodolfo. ¿Por qué hay que celebrarla siempre a mitad del invierno, con un tiempo tan horrible?
Afuera, Rodolfo, el reno, esperaba impaciente la orden de ponerse en camino. Hacía tanto frío que los patines del trineo se congelaban por momentos. Papá Noel comprobó que llevaba todos sus regalos y arrancó a galope por el aire a través de una cortina de nieve.
Se puso sus calcetines de lana más gruesos, sacudió el lodo de sus botas y hurgó por aquí y por allá hasta encontrar unos guantes. Una vez vestido, se miró al espejo y exclamó: -No es raro que todos crean que soy gordo. ¡Con toda la ropa que llevo encima!
“ ¡Qué noche para salir!”, pensó, mientras el granizo golpeaba las ventanas y los copos de nieve se escurrían por debajo de la puerta. “Es una noche para sentarse junto al fuego y comer tostadas calientes con mantequilla.”
La navidad de Papa Noel

La Navidad de Papá Noel

Papá Noel terminó de abotonarse su camiseta más gruesa, se puso su pullóver y su jersey de punto, se enfundó su grueso chaquetón rojo y se enrolló la bufanda.
Cuando volvió el enano la tercera noche, y preguntó su propio nombre a la reina, ésta le contestó: – ¡Te llamas Rumpelstilzchen! – ¡No puede ser! – gritó él – ¡No lo puedes saber! ¡Te lo ha dicho el diablo! – Y tanto y tan grande fue su enfado, que dio una patada en el suelo que le dejó la pierna enterrada hasta la mitad, y cuando intentó sacarla, el enano se partió por la mitad.
Por más que pensó y se devanó los sesos la molinerita para buscar el nombre del enano, nunca acertaba la respuesta correcta. Al tercer día, envió a sus exploradores a buscar nombres diferentes por todos los confines del mundo. De vuelta, uno de ellos contó la anécdota de un duende al que había visto saltar a la puerta de una pequeña cabaña cantando: – “Yo sólo tejo, a nadie amo y Rumpelstilzchen me llamo”
Por favor, enano, por favor, ahora poseo riqueza, te daré todo lo que quieras. – ¿Cómo puedes comparar el valor de una vida con algo material? Quiero a tu hijo – exigió el desaliñado enano. Pero tanto rogó y suplicó la mujer, que conmovió al enano: – Tienes tres días para averiguar cuál es mi nombre, si lo aciertas, dejaré que te quedes con el niño.
Cuando el rey entró en la habitación, sus ojos brillaron más aún que el oro que estaba contemplando, y convocó a sus súbditos para la celebración de los esponsales. Vivieron ambos felices y al cabo de una año, tuvieron un precioso retoño. La ahora reina había olvidado el incidente con la rueca, la paja, el oro y el enano, y por eso se asustó enormemente cuando una noche apareció el duende saltarín reclamando su recompensa.