– No tengo más joyas que ofrecerte – y pensando que esta vez estaba perdida, gimió desconsolada. – Bien, en ese caso, me darás tu primer hijo – demandó el enanillo. Aceptó la muchacha: “Quién sabe cómo irán las cosas en el futuro” – Dijo para sus adentros. Y como ya había ocurrido antes, la paja se iba convirtiendo en oro a medida que el extraño ser la hilaba.