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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Estandartes de Castilla
Foto enviada por cuenka

Serafín respiró aliviado y se prometió a sí mismo no volver a ser nunca realmente malo. Pero por si las alas o la aureola amenazaban con aparecer de nuevo, decidió cepillarse siempre los dientes de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, en vez de arriba abajo, como le habían dicho que tenía que hacer.
Tan sólo después de haber sido bueno durante tres días, el rabo y los cuernos desaparecieron, arrastrados por el agua del baño.
Y el rabo enrollado en su pantalón creció un poquito más.
-Me di un golpe en la frente -mintió.
Ella le preguntó por qué llevaba una venda en la cabeza.
-No estaba en mis cabales ayer -dijo.
¡Pobre Serafín! Tendría que volver a ser bueno. Pidió perdón a su madre, devolvió el dinero al mendigo y fue a limpiar el muro del cuartel de los bomberos. Pidió disculpas a su maestra.
¡Serafín era un diablo!
A la mañana siguiente, Serafín comprendió: le habían crecido un par de cuernos y tenía un rabo puntiagudo que le llegaba a los pies.
Corrió hasta el cuarto de baño para mirarse en el espejo: tenía dos manchitas rojas encima de las cejas. Sus ojos tenían un extraño color y le dolía el trasero.
“No puede ser mi aureola”, pensó. “ ¡Si no he hecho nada bueno en todo el día!”
A decir verdad, Serafín no se sentía nada bien. Notaba un dolor espantoso en la frente.
- ¡Serafín! -gritó su padre- ¿Qué le pasa a este niño, mamá? ¿Está enfermo?
-No, y no volveré a lavarme ni a cepillarme los dientes nunca, ni siquiera hacia los lados.
- ¿Te has lavado las manos, querido? -dijo su madre.