El hombre adulto no dejaba de mover las manos, enseñándole las diferentes cosas. Algunas veces se detenía y se agachaba para examinar la tierra junto a un
nido de abejas, otras para excavar dentro de una
cueva de iguanas. Y cada vez que hacía algo de esto, le indicaba al
joven que debía recordarlo para hacerlo por sí mismo más adelante.
Para el muchacho se trataba de una aventura fascinante.
Mientras caminaban, el joven pensó en voz alta:
-Es como si estuviera viviendo un sueño.
- ¿Un sueño?
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