Al verlos, el oso lanzó un grito feroz y les enseñó sus colmillos
gigantes, y a los hermanos no les quedó más remedio que salir huyendo muertos de miedo. Tiempo después, llegó el más pequeño y valiente de los príncipes. Como sabía que al oso le gustaba el
pan, decidió pintar una pequeña
piedra de
color blanco, la ató a su
caballo con una larga cuerda y luego la lanzó hacia el oso.