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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

el rio azul
Foto enviada por cuenka

Buén fín de semana. Aunque ahora va a ser un poco largo.
Finalmente, pudo rescatar a la bella princesa y al llegar al palacio todos quedaron impresionados con su valentía. En poco tiempo, los jóvenes se casaron y cuenta la leyenda que fueron muy felices por el resto de sus vidas.
La bestia no pudo resistir la tentación y salió corriendo en busca del supuesto pan, pero el caballo del príncipe se lanzó a correr con la piedra atada a su cuerpo, mientras el oso la perseguía inútilmente. Cuando por fin quedó libre la entrada de la cueva, el joven se apresuró hacia el interior.
Al verlos, el oso lanzó un grito feroz y les enseñó sus colmillos gigantes, y a los hermanos no les quedó más remedio que salir huyendo muertos de miedo. Tiempo después, llegó el más pequeño y valiente de los príncipes. Como sabía que al oso le gustaba el pan, decidió pintar una pequeña piedra de color blanco, la ató a su caballo con una larga cuerda y luego la lanzó hacia el oso.
Entonces, sus dos hermanos sintieron envidia y quisieron salir a rescatar a la bella chica para casarse con ella. En la oscuridad de la noche, los dos príncipes partieron con sus caballos hacia la cueva encantada, pero se olvidaron del temible oso que custodiaba la entrada.
Por la noche, la familia real convocó a una gran fiesta para celebrar la sanación del rey. Sin embargo, el menor de los tres príncipes no estaba del todo contento, y cuando le preguntaron, aprovechó para contarles de aquella hermosa muchacha que había quedado atrapada en la cueva encantada.
Agradecido por la bondad del duende, el príncipe reanudó su camino hacia el castillo y el rey por fin pudo tomar el agua de la vida. Al instante, el monarca quedó recuperado. Estaba tan alegre que se puso a cantar y a dar saltos en su cama.
– No te preocupes. Tus hermanos han recibido un castigo justo, pero cuando llegues al palacio los encontrarás junto a tu padre.
– Ahora sólo me preocupan mis hermanos. Quisiera que volvieran a casa conmigo para celebrar la buena noticia.
– Me alegro que así sea, jovenzuelo – exclamó la criatura.
Amigo duende, debo agradecerte por todos tus consejos – dijo el príncipe con una sonrisa en los labios – ahora mi padre podrá beber esta agua y curarse para siempre.
En ese momento, el príncipe recordó que no contaba con mucho tiempo, pues el oso estaba a punto de terminar con el pan. Besando las manos de la muchacha prometió regresar a buscarla, y se marchó de la cueva a toda carrera. Una vez en el bosque, el príncipe se encontró nuevamente con el duendecillo.
– Soy una princesa y he quedado atrapada en esta cueva. Por favor, sálvame.
– ¿Quién eres? – preguntó el chico.
Justo antes de marcharse, el príncipe oyó una voz tierna que provenía desde lo lejos. Era la voz de una muchacha hermosa, con cabellos risos y rubios que llegaban hasta el suelo.