-- ¡Me ha confundido con su criada!
--se dijo mientras corría
--. ¡Vaya sorpresa se va a llevar cuando se entere de quién soy! Pero será mejor que le traiga su abanico y sus guantes...
Bueno, si logro encontrarlos.
Mientras decía estas palabras, llegó ante una linda casita, en cuya
puerta brillaba una
placa de bronce con el nombre «C. BLANCO» grabado en ella. Alicia entró sin llamar, y corrió
escaleras arriba, con mucho miedo de encontrar a la verdadera Mary Ann y de que la echaran de la
casa ... (ver texto completo)