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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Arboles sin hojas
Foto enviada por cuenka

CAPÍTULO X

Cola de Seda estaba demasiado cansada incluso para soñar con las muchas experiencias que había tenido aquel día, y se durmió rápidamente. A la mañana siguiente temprano, tal como había prometido, la Señora Piel Suave se encargó de que llevaran a Cola de Seda a casa bien protegida. Su madre la esperaba ansiosa en la puerta, y las dos se sintieron muy felices de sentir los brazos de la otra alrededor del cuello. Madre Ardilla besó a su hijita después de que le contaran todas las aventuras ... (ver texto completo)
Así que después de que terminara la fiesta y todos los pequeños se fueran a sus casas en el bosque, la Señora Piel Suave metió a Cola de seda y a su hija en la camita de ésta, les dio un beso de buenas noches, escuchó sus oraciones, y se fue sin hacer ruido a su cuarto, en la parte opuesta del gran roble.
CAPÍTULO IX

Y desde luego, fue una fiesta fabulosa. La habían organizado en el hermoso césped, y la luna había aparecido tan brillante que los pequeñines jugaron a todo lo que habían previsto para las horas de luz. Había nueces, manzanas, caramelos, todo tipo de golosinas para comer, divertidos juegos para distraerse, y bailaron a la luz de la luna hasta que cantó el chotacabras, y eso fue el toque de queda para todo el mundo. Como era tan tarde cuando Cola de Seda llegó a la fiesta, la Señora ... (ver texto completo)
CAPÍTULO VIII

Para entonces ya era muy tarde, y la pobre Cola de Seda, aún agradecida de haber escapado de la vieja Gata Atigrada, tenía mucho miedo de encontrarse con algún peligro a cada paso que diera. De repente, una voz dijo a su lado: –No temas, sígueme de cerca, pues yo veo muy bien en la oscuridad. Tú me echaste una mano durante el día, y ahora yo puedo ayudarte por la noche. Con estas palabras, el Señor Murciélago (porque era el mismo que ella había ayudado esa tarde cuando el animalito ... (ver texto completo)
CAPÍTULO VII

Después de dar las gracias a la florecita, volvió a ponerse en marcha y estaba tomando el último recodo cuando vio en el camino a la vieja Gata Atigrada. Cola de Seda no se quedó a mirar más que un instante. Sabía que tenía que moverse aprisa si quería escapar, así que dio media vuelta, gritó con todas sus fuerzas pidiendo ayuda y corrió tan deprisa como se lo permitieron sus piernecitas. Pero después de una caminata tan larga estaba ya cansada, y no pudo correr durante mucho tiempo. ... (ver texto completo)
– ¡Oh, mi zapatito! –se lamentó Cola de Seda, al ver el precioso lazo todo mojado y lleno de barro –ahora ya no puedo ir a la fiesta. Hizo lo que pudo por quitar el barro y ahuecar el lazo, y después recogió más agua y se la llevó a la pequeña campanilla, que esperaba impaciente su vuelta. –Aquí tienes, ahora alza la cabeza y sé feliz –dijo Cola de Seda mientras echaba el agua alrededor de sus diminutas raíces –Si quieres más, te la traeré, y después tengo que encontrar la forma de volver a casa, ... (ver texto completo)
Cola de Seda miró al suelo y vio una diminuta campanilla toda mustia, y con aspecto muy triste. –Aquí los árboles no son muy gruesos –dijo –No consigo lluvia ni rocío, y como hoy las hadas tienen una gran fiesta, se han olvidado de mí. Para entonces, las lágrimas de Cola de Seda ya se habían secado, pues al ver a alguien en apuros le había hecho olvidar sus propios problemas. –No puedo darte mis lágrimas –dijo –porque ya se han secado, pero puedo traerte un poco de agua del arroyo. Y dejando de nuevo ... (ver texto completo)
– ¡Oh, cielos! –suspiró –Ya casi podría volverme a casa, tan tarde es. Seguro que ya se habrán comido el helado y todas las golosinas antes de que yo llegue. Ojalá la gente no fuera tan descuidada y diera tanta faena a los demás. Estoy harta de todo, y espero que sea la última vez que me entretengo. Tan excitada estaba la pobre Cola de Seda que tomó el camino de la izquierda en lugar del de la derecha, y anduvo una buena distancia antes de descubrir que algo iba mal. No sabía qué hacer, y se asustó ... (ver texto completo)
–Pero antes de que te vayas –continuó él –, quisiera que me dieras tu nombre y dirección. La pondré en mi bolsillo y acaso algún día pueda serte útil, por haber sido tan amable conmigo hoy. Cola de Seda le dijo en tan pocas palabras como pudo su nombre, dónde vivía y a dónde se dirigía, y después, haciendo un gesto de adiós con la mano, recogió sus cosas y echó a correr más deprisa que nunca.
– ¿Qué sucede? –preguntó casi con impaciencia, mirando hacia donde parecía oírse el ruido. – ¡No hace falta que te enfades! –dijo un murcielaguito que estaba tendido en el borde del camino – ¿Te importa levantarme y colgarme de ese viejo árbol? Supongo que me he quedado dormido y me he soltado de la rama. ¡No, no! ¡Así no! –dijo, mientras Cola de Seda intentaba colocarlo en la rama –Cuélgame boca abajo. Es así como duermo. –Muy bien –contestó Cola de Seda –Ahí tienes, boca abajo. Ahora espero que ... (ver texto completo)
CAPÍTULO V

–Bueno –pensó Cola de Seda –Ya no vuelvo a detenerme, no importa lo que suceda. Me daré prisa y no pararé hasta que llegue a la casa del Caballero Ardilla. ¡Vaya, ya debe haber empezado la fiesta! –pensó, mientras miraba a su relojito de pulsera. Y mientras lo hacía, oyó un ruido entre las hojas del borde del camino. –No voy a detenerme –pensó –Haré como si no he oído nada. Pero sólo había dado unos pasos, cuando tuvo que volverse a mirar si algo iba mal. Era una criatura tan compasiva ... (ver texto completo)
A estas alturas, la Señora Carpintero ya se había tranquilizado, y estaba consternada por haberle hablado de forma tan brusca. –Por favor, discúlpame –dijo –Estaba tan asustada que no sabía lo que decía. Te lo agradezco infinito, y si algún día necesitas una amiga, házmelo saber y haré todo lo que pueda para ayudarte. Cola de Seda no se detuvo a hablar más rato. Sabía que cada vez estaba más cerca de la fiesta, así que se apresuró.
CAPÍTULO IV

– ¡Cielos! ¡Te has salvado de milagro! –exclamó Cola de Seda, deteniéndose junto a un diminuto pájaro carpintero que había caído al suelo –Tu madre debe ser muy descuidada para dejarte caer. –No –contestó el pequeñín –, Madre ha ido a buscar comida, y yo jugaba demasiado cerca del borde del nido y me caí. En ese momento llegó la madre del pájaro carpintero, y alarmada porque les hubiera sucedido algo a sus bebés, se lanzó volando contra Cola de Seda, mientras gritaba: – ¿Qué haces ... (ver texto completo)
Dile a tu madre que te ponga un poco de árnica en la cola, y verás como deja de dolerte –y se perdió de vista –Debo darme prisa –pensó –, no me gustaría llegar tarde a la fiesta.
La Señora Ardilla siguió a Cola de Seda por el camino durante un rato, hasta que al volver un recodo, la pequeña se volvió, agitó la mano como despedida y se perdió de vista. La Señora Ardilla suspiró mientras volvía a casa, esperando que todo le saliera muy bien a su hijita aquel día. La propia Cola de Seda estaba encantada, y después de despedirse de su madre, su mente se llenó de las cosas agradables y ricas que sabía que iba a encontrar en la fiesta. Sus ojitos pardos parecían bailar mientras ... (ver texto completo)