¿tienes una panadería?

ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Los tulipanes amarillos
Foto enviada por Qnk

Y con un insolente saludo, se quitó la cuerda del cuello y se tiró al agua. Nuevamente era libre, y estaba a salvo. Ojalá pudiera hallar ahora al hada. Con esta idea nadó, nadó y nadó.
— ¿Dónde está mi burro? — ¡Yo soy tu burro! —contestó Pinocho riendo—. Los peces se comieron su cuerpo, ¡y aquí me tienes! ¡Ha sido obra del hada!
El pobre hombre no daba crédito a lo que veían sus ojos. Había arrojado a un burro al agua… y sacaba a un muñeco.
Al cabo de media hora, el hombre tiró de la cuerda, creyendo que el burro estaría muerto y en vez de sacar del agua a un burro, apareció Pinocho, retorciéndose como una anguila
Aquello fue desastroso para el circo. Al día siguiente, el jefe de pista le envió de nuevo al mercado, donde un fabricante de tambores, que necesitaba una piel de burro para hacer un tambor, adquirió al desdichado y hambriento Pinocho por diez miserables monedas. Luego, el hombre condujo al infortunado burrito hasta la playa, le colgó un enorme pedrusco en torno al pescuezo, le ató una cuerda a la pata delantera y le arrojó al agua para que se ahogara.
El jefe de pista hizo restallar el látigo y entró corriendo Pinocho, la estrella del espectáculo. Recorrió la pista una y otra vez, trotando y galopando. Cuando la gente aplaudió entusiasmada su fantástica actuación, Pinocho levantó orgulloso la cabeza y miró al público. ¿Y a quién diríais que vio sentada en primera fila? ¡Si es la mismísima hada en persona! Pinocho cruzó la pista corriendo y trató de hablarle, pero como era un burro sólo atinó a rebuznar. El público rió a carcajadas, pero el jefe ... (ver texto completo)
El cochero abrió la puerta de un puntapié y entró. Luego les colocó unas riendas y los condujo al mercado. Palillo fue adquirido por un granjero, que le envió a trabajar a sus campos. Y Pinocho fue vendido a un circo. El jefe de pista no es que fuera un hombre despiadado, pero no estaba dispuesto a soportar tonterías. Cuando su nuevo burro se negó a comer heno, le azotó con un látigo. Luego llevó a Pinocho a la pista del circo y le enseñó a saltar a través de unos aros, a bailar valses y polcas y ... (ver texto completo)
— ¡Abrid en seguida! ¡Vosotros, burros, me pertenecéis!
Entonces alguien llamó enérgicamente a la puerta.
De pronto Palillo dejó de reír y cayó de rodillas. Pinocho le miró asombrado y luego hizo lo mismo que su amigo. Arrodillados en el suelo, observaron horrorizados que sus manos se volvían pezuñas, que les crecían unos morros y que sus espaldas se cubrían de una tupida capa de pelo. Y lo que es peor, les había crecido un rabo.
Su amigo no quería dejarle entrar, y Pinocho tuvo que esperar fuera. A la media hora se abrió la puerta lentamente y apareció Palillo con un gorro igualito al de Pinocho. Durante unos instantes se quedaron en medio de la habitación en silencio. Pero luego, en vez de echarse a llorar o consolarse mutuamente, rompieron a reír. Al contar tres, se quitaron los gorros y los arrojaron al aire. Y se pusieron a hacer payasadas por la habitación, riendo y meneando sus peludas orejas.
Pero cuanto más lloraba, más se alargaban sus orejas. Finalmente, desesperado, se encasquetó un largo gorro de algodón para ocultar sus orejas y corrió en busca de Palillo.
El pobre muñeco estaba tan sumamente avergonzado que rompió a llorar y se golpeó la cabeza contra la pared.
De pronto, una mañana, tras varios meses de dicha, Pinocho se despertó y se llevó un susto de muerte. Sus orejas eran largas, marrones y peludas, como las de un burrito.
Tienes suerte de tenerme como amigo.